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Arquitectura hostil: Como conseguir que los homeless y la pobreza no “manchen” tu ciudad

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Texto y fotos: Joel Martin “El Chusmi”

La arquitectura hostil, según la definición, es un recurso del diseño de espacios públicos en el que se aplican una serie de modificaciones con la finalidad de desalentar su utilización indebida.

Su misión principal es evitar la ocupación de los espacios por personas sin hogar. Sus mecanismos son sutiles, pero si se presta atención podemos apreciar un aumento de bancos con diseños hostiles.

Superficies de apoyo curvas, reposabrazos intermedios o en formato individual, para impedir que puedan dormir en ellos. También las bandas de pinchos o picos salientes en superficies como escalones, alféizares o patios cubiertos, y las rejas en soportales y zonas cubiertas.

La pobreza y el sinhogarismo no van a disminuir por estas medidas, sino que, los vertiginosos cambios en los modelos sociales, tecnológicos y económicos están aumentando las tasas de pobreza y dejando a mucha gente fuera del sistema.

Es más, expulsando a personas sin hogar de cajeros, bancos, portales o escaparates, lo único que se consigue es exponerlos más aun a las bajas temperaturas, a la lluvia y al viento, aumentando así el riesgo a caer gravemente enfermos e incluso empujarlos a la propia muerte.

Esta segregación repercute no solo en las personas sin hogar, sino en toda la sociedad. Primero porque las personas sin hogar también forman parte de la sociedad, y su invisibilidad manipula nuestra visión de la realidad.

Por otra parte, porque al hostilizar el espacio, nos lo hemos negado a nosotros mismos y no nos hemos dado cuenta. Las barandillas anti-skate eliminan a los jóvenes que patinan en una plaza, pero también la dejan vacía.

Los bancos individuales eliminan a los sin techo que duermen, pero tampoco nos permiten sentarnos a charlar con un grupo de amigos. Las plazas duras sin árboles ni mobiliario urbano impiden los asentamientos en grupos, pero también que la plaza se habite de un modo cómodo.

Esta segregación corre el peligro de formar guetos en áreas periféricas y dificultar progresivamente la reinserción de las personas sin hogar y su seguridad personal. Además, nos convierte en una sociedad más elitista y hostil, que no quiere ver la “cara fea” de su ciudad.

Así que recuerda, cuando vayas a la parada del bus donde siempre te subes y veas que han cambiado los asientos, no lo hacen por ti, ni por el decorado. Lo hacen para que los más vulnerables no puedan refugiarse.

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