Hacemos periodismo, compartimos historias y formamos nuevos profesionales.

Discurso sonoro: Límites y frecuencias

0

Cuando escuchas un disco, te encaminas a un mood, pero también interactúas con un universo de símbolos que, aunque no estés consciente de él, forma parte de la experiencia para crear una nueva memoria; te acompaña.

En ello hay una disposición de timbres y texturas, una selección de instrumentos musicales que promueven una cercanía o tal vez una lejanía, hay letras rosas y chamarras de cuero contrastadas. A través de un estímulo espectral te transportas al espacio sonoro donde dicha grabación existe. 

Algo que me gusta llamarle, discurso sonoro, que es la suma de elementos finitos que existen dentro de un perímetro conceptual: la tipografía, la amplificación, lo distorsionado, lo enigmático, lo pop; es algo sexy, es un universo de variables abundantes, más no un fenómeno del todo caótico. 

Desde su logo, pasando por la fotografía, hasta las melodías de dicha banda, los discos producen un jardín de estímulos que dentro de su contexto emiten un mensaje coherente. 

Este perímetro dibuja tales sensaciones. No es casualidad que la Motomami nos meta en un deleite fonético, que juegue a manera de anime con los cambios de pitch en la voz, que cuando su tag con spray rojo escurre nos coquetee con la imagen de Kaneda en Akira y por supuesto con su moto.

La música es subjetiva, pero decir que no se diseña sería negar la genialidad de su producción, porque cuando ese bajo en “Saoko” cae, tu realidad misma se modifica. La canción se vuelve contagiosamente innegable. 

Hay una coherencia que nos transporta a ese espacio donde esas frecuencias se comunican con la parte más cruda de nuestro inconsciente, conduciéndonos así al pináculo del éxtasis o en el mejor de los casos, al momento cuando algo dentro de nosotros cambia.

¿Cómo las limitantes son formadoras de la coherencia de este discurso?

Voy a tomar como ejemplo algo que es musical, pero no específicamente del nicho, un videojuego. La consola NES tenía un motor de sonido que sintetizaba las grandes melodías y era en su tiempo extremadamente sencillo. Contaba con dos ondas cuadradas, una onda triangular para bajos, ruido blanco y un sampler de dos bits.

¿Cómo a pesar de esa sencillez estas melodías siguen fascinando a nuevas generaciones y deleitándonos a nosotros, quienes fuimos testigos de tales aventuras? Ahí está la simple respuesta, esto se da porque esas limitaciones nos llevan al lugar donde existen estas frecuencias, su espacio sonoro. 

En este momento me tomo la libertad de utilizar la palabra limitante en otro contexto, no como una deficiencia, sino más como la condición inicial que permite dibujar la forma general de tales composiciones. Es un canvas, y el espectro audible de frecuencias nuestra paleta de colores. 

Acá me detengo, para responder algo que probablemente se están preguntando: ¿Qué tienen que ver los gráficos, la foto, lo visual con lo sonoro? No responderé yo, al menos no directamente. 

The cocktail party effect es un fenómeno psicoacústico que me parece fascinante: En un lugar con mucha gente, cuando se está platicando con alguien, enfocar la vista a la persona con la que platicamos hace que nuestro sistema auditivo filtre el ruido de fondo, adaptándose así a las condiciones del espacio. ¡Qué increíble! El oído como un efecto de audio natural. 

Ahora les pregunto, ¿Ustedes creen que ver a un tipo de casi dos metros con un micrófono en la mano y un bat en la otra, tocando con un grupo como si no hubiera un mañana, viéndoles en portadas de discos con chamarras de cuero con un título rosa arriba de ellos, no afecta la manera en la que percibimos su música?

Los Ramones son innegables, pero decir que solo fueron sus acordes de dos dedos lo que los llevó a ser quienes son, sería un error garrafal. La música tiene otros lenguajes escondidos, ¿Puedes escucharlos?

Sea accidental, circunstancial o deliberado, las limitantes nos ayudan a dibujar las formas de nuestras composiciones, podemos diseccionar meticulosamente una canción, pero al final el vibe es uno, o muchos, pero son emociones las que evoca.

Desde Jimmy Hendrix sin una formación en teoría musical formal, hasta Penny Rimbaud de Crass diciendo: Nosotros solo acomodamos los dedos en el instrumento y nos dejábamos llevar por lo que nos proponía sus melodías, la meta siempre fue clara; hacer las cosas con lo que tienes. 

¿Cuáles son tus limitaciones como artista? ¿No sabes toda la escala de RE? ¿No tienes todo el equipo para la calidad a la que aspiras? ¿Tu instrumento no está en sus óptimas condiciones?

Cuando hay sinceridad en la búsqueda, cosas que rayan en lo mágico suceden. Te recomiendo que empieces con lo que tienes, siente el instrumento, abraza su magia y busca. Aún estando descalibrado o con cuerdas faltantes, tal vez ese puede ser el inicio de tu sello personal, de tu discurso sonoro.

Deja una respuesta

Su dirección de correo electrónico no será publicada.