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“David Bowie, Jalador de Patas Profesional” un cuento de Iván García Mora

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Track 1

Te la has pasado dando vueltas en la cama, eres como un burrito paseado en una lonchera: las últimas noches has tenido un insomnio que asustaría a Dios. Lo bueno: mañana no trabajas, es más, nunca trabajas desde que tu abuelo te heredó su fortuna. Lo malo: andas asustado, las últimas tres madrugadas te han jalado las patas, o por lo menos eso sentiste. ¿Cómo puedo comprobar que me jalaron las patas?, piensas mirando al techo, lo único que encuentras son arañas aplastadas. Cinco horas después de estar rodando entre las sábanas te vas de cara al planeta de los sueños:

…Eres una nube, solo par cipas como espectador. Debajo de hay unos niños corriendo, tienen cabeza de vaca. Van mugiendo de casa en casa, rompiendo las ventanas con sus cuernos: terrorismo vacuno, piensas. Ahora corren más rápido, intentas ser una nube veloz y alcanzarlos, pero algo te detiene. Alguien te jala las patas de nube; por más que empujas, los niños se van y se van, tú presionas pero no avanzas. Todo es desesperación hasta que los niños se vuelven puntos negros en la memoria…

Te levantas de un salto con todo y cobijas. Lo raro: hay un hombre sentado al lado de tu cama. Lo más raro: está llorando. Lo rarísimo: le gritas que qué chingados hace en tu casa y llora más. Lo más rarísimo: te acercas, le ves un rayo pintado que le cruza la cara, es David Bowie.

Estoy harto, te dice Bowie. Ya no quiero ser Jalador de Patas Profesional. Por instinto te arrimas y lo abrazas, con dos preguntas claras en tu cabeza:

  1. ¿Qué no este cabrón se había muerto?, y
  2. ¿A qué chingados se refiere con lo de profesional?

Aguantan engarzados como por tres minutos, hasta que el Starman se calma. Luego como que se da cuenta de que está con un extraño: abre los ojos tanto que te da miedo, se levanta en chinga y te dice: “Ya me tengo que ir”. Tú le dices: “Cálmate, aquí te puedes quedar a dormir, vivo solo y la casa está grandota, hay varios cuartos vacíos”. A Bowie se le ponen los ojos llorosos con tu oferta, lo vuelves a abrazar y antes de que diga otra cosa, ya le estás poniendo unas pijamas y arropándolo con un buenas noches.

Track 2

El olor a tocino y a hot cakes te despierta. Te quedas un rato pensando en que un extraño durmió en tu casa, y pues sí, es David Bowie, pero ni siquiera eres fan. ¿O fue un sueño? Por si acaso, nota mental: No debo dejar dormir a extraños en mi casa. Sales de tu cuarto, medio te acomodas el pelo y vas a la cocina. No estabas soñando: David Bowie te está preparando el desayuno.

“Así es como agradecemos en Londres”, dice mientras te sirve té con leche. Tú sigues amodorrado, le sonríes, desayunan juntos sin decir mucho. Así como si tú también fueras famoso. Ya que vas en el tercer hot cake, David te arroja un almohadazo: “Te quiero pedir un favor, no le digas a nadie que estoy vivo”.

No le dices que sí, tampoco que no. Tienes la boca llena, masticas tranquilo, le das un trago al té y vas derecho a las preguntas. “¿Por qué fingiste tu muerte?”

Bowie aprieta la boca, suspira, lanza una servilleta a la mesa y se para a lavar los trastes. El único ruido entre los dos es el del agua cayendo en el fregadero. Volteas de reojo y ves a David: el sol entra por la ventana, iluminando el rayo rojo que le cruza la cara. Te quedas meditando si se lo pinta o si ya es parte de su piel. Terminas de comer sin ninguna prisa, llevas tu plato al lavabo. El Starman no te voltea a ver, enjabona un tenedor. Carraspea y se pone sincero: “Ya estaba harto de la música, harto de ser famoso, harto de hacer todo bien”. Lo abrazas y recarga su cabeza en tu hombro.

Ya después de dos minutos enganchados, le lanzas la segunda pregunta: “¿Qué es eso de Jalador de Patas Profesional?”

Uy, topaste con pared, Bowie grita: ¡POR QUÉ ME PREGUNTAS ESAS COSAS!, ¡YA ME VOY!

“Te vas madres”, respondes, “aquí tengo pruebas de que estás vivo”. Sacas tu teléfono y tienes cerca de treinta fotos que le tomaste dormido, la mayoría son selfis cuchareando, cachete con cachete. Bowie se jala los cabellos, se da un par de golpes. Tú piensas: me recuerda a mis tíos cuando supieron que el abuelo me heredó sus millones.

Después de un par de puñetazos al refrigerador y un par de sartenes en la ventana, el Starman se confiesa: “Es lo que hacemos cuando ya no queremos ser famosos, jalamos patas. ¿Contento? ¡Todos los hacemos!”

Intentas no reírte, pero una carcajada se te sale. Bowie se pone rojo, el ojo azul se le pone más azul y el oscuro más oscuro. Con afán de justificarse te dice: “Tenemos una empresa y todo, llevamos una agenda, somos profesionales”.

Dejas de reírte, le dices: “Llévame o le vendo estas fotos al New York Times, quiero conocer esa empresa”. David se hace bolita en el piso, con las manos en la cara, gritando quién sabe qué cosas en un inglés muy británico.

Track 3

Jaladores de Patas Unidos, el nombre de la empresa te parece curioso. Bowie no quería llevarte, pero no tuvo opción, mentiría diciendo que eres un nuevo asistente. Tú sonríes sin parar, nunca imaginaste ver un lugar así: por fuera Lonchería Doña Mary; por dentro mesas y sillas rojas, menú con desayunos, especialidad de la casa y comida del día; y más adentro, llegando a la bodega, te topas con el Six Flags de los jaladores de patas. Entrando visualizas todo tipo de objetos con forma de pie: lámparas, mesas, platos, vasos, sillones, cortinas, licuadoras, los pasillos parecen no tener fin. Volteas a una esquina y topas a los famosos dizque muertos: Lennon, Cobain, Janis, Juanga, Valentín, Amy, Tupac y Chalino. Todos puliendo su técnica para jalar patas.

En lo que Bowie te pasea por el lugar, mostrándote las camas donde practican, los tipos de guantes afelpados que usan, las formas de esconderse y los zapatos para no hacer ruido, el jefe de la empresa se les pone enfrente.

“Where have you been, Bowie?”, le dice Elvis mirándote de reojo.

David le explica que no había ido porque andaba ocupado, asuntos del hogar.

“Oh, yeah, and who is this guy?”

Tú no dices nada, no vaya a ser que todos los famosos se te echen encima, y si sí pues ni modo, al cabo traes tu pistola, esa misma con la que obligaste al abuelo a heredarte su fortuna.

“He’s my new assistant, don’t worry”. Elvis sonríe, se acomoda los lentes, te da una palmada y se va.

Bowie respira hondo. ¿Y ahora qué?, te pregunta.

Tú andas distraído con un calendario que tiene forma de uña. Te jala del hombro para que hagas caso, te destanteas y enseguida pones la mano en la cintura, estás a punto de sacar tu revólver. Volteas y te calmas, aterrizas. Pues hay que jalar patas, le dices a David. Él te mira con ganas de llorar. “Por favor no”, te suplica.

“¿Entonces quieres que el mundo sepa que estás vivo?”

“Es que ya estoy harto de jalar patas, soy el mejor jalador de patas de la humanidad”, susurra para no herir el ego de los famosos. Apunta a la pared donde se lee EMPLEADO DEL MES, solo hay fotos de David Bowie que se repiten como nubes.

“Ya me cansé de ser el mejor en todo”, murmura, apretando el puño.

Tú sentencias: “A mí me vale madre, si eres el mero mero entonces enséñame a jalar patas, y preséntame con tus compas, los dizque muertos”.

Track 4

Una vez que conoces a Juanga te das cuenta de que Bowie no es tan bueno, simplemente tuvo al mejor maestro. Juan Gabriel es el sensei de todos, experto en jalar patas desde que estaba vivo.

“Esto es un don con el que uno nace”, se elogia JuanGa, nomás no me salgas con que también te tengo que enseñar a hablar español como a este. David se pone rojo y agacha la mirada. Hay tres reglas claves para esto, dice El Divo de Juárez, sacudiéndose su traje negro y dorado repleto de lentejuelas:

  1. Entra por la puerta de la casa, como si ahí vivieras, querido;
  2. paciencia, ya que esté dormidita la víctima te le avientas;
  3. si el asustado te ve: bye bye, estás despedido. Lo demás es puro instinto, igual ahorita te damos unos tips, ¿alguna pregunta?

Con la tercera regla Bowie volteó la cara, tú no entiendes, ya no quiere jalar patas pero tampoco quiere ser despedido: los famosos son muy complicados.

“¿De dónde sacamos la llave de la casa?”

Los jaladores se ríen de ti.

“Novato”, dicen, “es su primer día”.

Juanga te explica: “Todos los cerrajeros del mundo comen de esta mano, trabajan para nosotros”. Asientes con la boca abierta. Siguen los tips:

Valentín es claro: Compa, si se mete debajo de la cama con todo y sombrero amárreselo bien y ámonos recio.

Lennon dice: Barritas, agua y cigarros; tienes que meterte en la mañana cuando no hay nadie, como si entraras a una nave espacial que lanza misiles de paz al universo, y apaga tu mente hasta que empiece la misión.

La Janis finaliza: You only need a sip of Southern Comfort and grab those feet as if you were riding a goddamn motorcycle.

Esa misma mañana vas y te metes a una casa color beige, grande como iglesia de rancho, con piscina, piano blanco en la sala y seis baños; vas acompañado del Starman, quien no luce muy contento. Pasan todo el día bajo la cama del hijo menor: comiendo, durmiendo, aguantándose las ganas de acostarse sobre las sábanas. El niño se duerme a las 10 p.m.

Bowie te dice: “Vas, es lo que querías, ¿no?, jalar patas”.

Te pones los guantes afelpados, sacas de a poco la cabeza, agarras las patas como dijo la Janis y jalas: el niño se despierta llorando. Tienes una sonrisa de oro. Bowie se pone contento al verte, una sensación de adrenalina recorre sus manos, le recuerdas la primera vez que jaló patas. Se anima la cosa, en cuanto amanece se jalan para otra casa.

Jalan patas por toda la ciudad durante una semana. Hasta se ponen creativos: una pata para cada quien hasta que el niño llora, guantes de látex para que la señora se despierte pensando que está en el doctor, encaje de uñas pero sin causar rasguño, jalar nomás los dedos uno por uno hasta que truenen, ponerse sombrero como dijo Valentín. Comparten risas, se abrazan debajo de la cama, juegan a ver quién dura más sin ir al baño. Bowie y tú se convierten en la dupla de Jaladores de Patas más temida de la empresa.

Track 5

Te levantas en la madrugada, hay un llorón en la casa que no te deja dormir. ¿Y ahora por qué chilla el David? No lo entiendes. Acaban de pasar una semana jalando patas, todo era brincos y piel chinita. Sales del cuarto y lo encuentras en el comedor, con las manos en la cara, lagrimeando tanto que hasta ves un charco bajo sus pies.

“Perdóname”, te dice. Tú lo abrazas sin preguntar. ES QUE YA NO QUIERO JALAR PATAS, ¡ESTOY HARTO DE SER TAN BUENO!, grita mientras limpia sus lágrimas en tu pijama.

“¿Y por qué no dejas que te corran?”

“Es que yo soy David Bowie, yo no me equivoco, soy el más grande de la historia”.

Seriedad, silencio, Bowie entregado a tus brazos. ¿Y si regresas a la música?

Seriedad, silencio, Bowie te navajea con la mirada. No tienes que mostrar tu rostro, aclaras, puedes cantar y yo finjo que canto en el escenario. Serías como un ventrílocuo.

Seriedad, silencio, Bowie te ve con ojos de diamante. Tú te pierdes en ese brillo: te ves llenando estadios, quemando guitarras ante miles de espectadores, la gente coreando tu nombre.

Regresas a la realidad, David ya está en plena llamada con Elvis: “I quit!

I don,t need Jaladores de Patas Unidos anymore!”. Cuelga y grita: MAÑANA MISMO NOS METEMOS AL ESTUDIO. Saltan por toda la casa, destapan una botella de tequila y todo se va haciendo borroso.

Track 6

Ese “mañana mismo nos metemos al estudio” se convirtió en dos semanas enteras de festejos. David y tú recorrieron ciudades de toda América, con túnicas blancas y bigotes falsos, así nadie reconocería al Starman. Y digamos que ahora ya no eres su asistente, tampoco su amigo, tampoco el que lo chantajea: un beso llevó a lo otro y ahora están felizmente casados: los declaro famosos y desconocidos. Te despiertas luego del maratón de borracheras, Bowie está volteado para el otro lado de la cama, hay un olor a alcohol impregnado en cada rincón del cuarto.

Te volteas con tu marido, cuchareo consensuado, no como ese de las selfis con las que lo amenazaste. El Starman lagrimea quedito, no te quería despertar con sus lamentos.

“¿Qué pasa, bebé?”, preguntas. Acaricias su cabello rojizo.

“Es que no puedo hacerlo”, responde. “Si regreso a la música, aunque sea como ventrílocuo, voy a seguir siendo el mejor, estoy harto”.

Te pones colorado. Lo primero que se te viene a la mente es decirle: “Ni madres, o me haces famoso o te acuso con el New York Times”. Respiras profundo, te acuerdas que ya es tu esposo y se prometieron amor eterno.

Lo besas en la mejilla, declaras: “Si no quieres regresar a la música, algo vamos a encontrar. Tú no te preocupes, amor”.

David Bowie llora más y más, lágrimas que se transforman en un beso y otro beso y otro beso hasta que dicen mejor le paramos, andamos tan crudos que ni se puede. Carcajadas, abrazos. Pasan el día tomando clamatos y comiendo mariscos. En una de esas se acuerdan que grabaste con tu celular un extracto de la boda. Ambos vestidos con un esmoquin blanco, el sacerdote: un afroamericano que hablaba una combinación de español, francés y otro idioma que no reconocen. ¿La ciudad? No tienen idea, estaban tan mareados que no lo saben. Adivinan y descartan, sin darse cuenta los dos dicen al unísono: “Seguro que fue en Tijuana”.

Track 7

Escupidores Profesionales Unidos, la idea se les ocurrió durante su primera pelea. En lo que se gritaban: ¡NO TE NECESITO, YO SOY FAMOSO! y ¡ERES FAMOSO PERO ESTÁS MUERTO!, uno de los dos le escupió al otro. El otro se rio y escupió de regreso, y así duraron por quince minutos: las grandes ideas siempre surgen cuando estás escupiendo. La nueva profesión consistiría en escupirle a gente desde los edificios más altos de la ciudad.

“Bebé, te dije que íbamos a encontrar algo”, susurras.

Bowie no para de sonreír ante un nuevo reto en su vida. La primera noche solo van tú y él, una cita romántica para escupirle a la gente: pizza, vino, velas aromáticas y la luz de las estrellas. Esa noche lo concluyes, después de atinarle a un viejo en la calva: a veces solo se necesita escupir juntos para saber cuánto amas a alguien.

Al día siguiente David llama a los famosos dizque muertos, y los invita; bueno, más que invitarlos, los amenaza.

“Únanse a los Escupidores Profesionales Unidos, o si no mi esposo le va a vender las fotos que les tomó al New York Times”.

Tú sonríes cuando dice “mi esposo”, te alegras de haberle sacado fotos a todos sin que se dieran cuenta. Por la noche ya son un ejército de famosos arriba de un edificio. Tienes miedo de que los dizque muertos se alboroten, que te golpeen entre todos. Elvis es el más sospechoso: pasó de ser el rey de las patas a ser un don nadie que escupe.

Todo se relaja al primer salivazo, Chalino es el primero que se anima: le embarró toda la baba a una señora con mandado. Canta Florita del alma para celebrar. Los demás famosos sonríen: es mi turno, es mi turno, se pelean. Uno por uno escupen sin parar. ¡PARECE QUE ESTÁ LLOVIENDO!, grita alguien abajo. Hasta Elvis se carcajea luego de bañar a un niño.

Tú piensas: “Qué bueno que no se alborotaron”, mientras tocas la pistola fajada que siempre llevas contigo. David te agarra de la cintura y te arroja un “Gracias, le acabas de dar sentido a mi vida”. La luz de la luna y el sonido de los escupitajos los rodean.

“¿Y dónde va a ser nuestro nuevo refugio?”, pregunta Juanga.

Tú le dices: “Ya no necesitamos esa pinche lonchería. Tengo un amigo que tiene una tienda de abarrotes, ahí en su bodega podemos poner nuestro Six Flags para escupidores”.

Track 8

Enviar o no enviar las fotos, esa es la cuestión. Estás hasta el tope de alcohol y lágrimas, no paras de llamarle a David y no contesta. Lo último que dijo fue “Ya no te necesito y no me importa el New York Times, metete esas fotos por el culo”.

Una lágrima tras otra bajan por tu mejilla. No te das cuenta pero diriges un barco, vas navegando en el Mar de los Dejados.

¡QUÉ HICE MAL!, gritas tan fuerte que a lo lejos un perro se compadece, aúlla para hacerte segunda.

Rememoras:

…Después de dos semanas escupiendo, agarrados de la mano, Bowie se puso raro, como que ya no hablaba tanto y se sonreía mucho con Valentín. Los rumores te salpicaban: olas de baba mojando tu vida amorosa. Se decía que todo fue una trampa, que los Escupidores Profesionales fueron un pretexto de David para impresionar a Valentí, que jalando patas le daba pena: se ponía nervioso cuando le veía el sombrero. Aparte ya estaba harto, también era el mejor escupiendo, así que iniciaría un nuevo proyecto con El Gallo de Oro: Quitasombreros Profesionales Unidos…

Tú no lo querías creer, pero tienes tres días sin verlo. Desde que llegó a tu casa con el sombrero de Valentín para recoger sus cosas, desde que hubo arañazos, no me dejes, ya no te necesito, pero te amo, eres mi Starman, yo nunca fui nada tuyo nunca te quise, desde ese día ya no lo ves. Enviar o no enviar las fotos, esa es la cuestión.

Te empinas el resto de tu botella de whisky. No te decides, ¿y si mejor salgo a buscarlos? Gritas y te das dos golpes en el pecho. Empuñas tu revólver con tanta fuerza que se marcan las venas en tu mano. Remas en el Mar de los Dejados, volteas al cielo y preguntas a tu abuelo: “¿Tú qué harías?”

No sabes el motivo, el pronóstico no lo anunciaba, pero empieza a caer una tormenta que te nubla la vista. Poco a poco el Mar de los Dejados se llena y se llena hasta que el agua te llega al cuello.


*Este cuento forma parte del libro ‘Seis posibles razones por las que mi abuelo decidió vivir en un cajón’, publicado por la editorial Ediciones de Cuarentena 20-20, y lo publicamos con autorización del autor.


Iván García Mora (Tijuana, 1993). Músico y escritor. Sus textos han aparecido en distintas revistas como Plástico, Neotraba, Digo.palabra.txt, Grafógrafxs y Low-fi Ardentía. Es autor del poemario Tadoma (Pinos Alados, 2020). Es guionista de la miniserie Reconstruyendo el Tono, una iniciativa de Paradox Effects que busca rescatar la época de oro de los amplificadores mexicanos. Fue parte del comité organizador del Festival Internacional de Poesía Caracol Tijuana. Su siguiente poemario, Serial Experiments I.G.M., será publicado por Ediciones Caradura.

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