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Valle de los Capullos Vagabundos: El debut de León Mondragón

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“Créate una personalidad forzada y maquila contenido que raye en lo insoportable”. Esa parece ser la fórmula actual para quienes buscan darse a conocer y expandir su alcance en redes sociales, dando igual si se trata de artistas o empresarios, pero ese nivel de histrionismo no es para todos, y el músico que nos atañe el día de hoy confiesa no saber cómo esquivar esas prácticas tan superficiales para llegar a más público.

La respuesta cínica sería: Debes hacerlo aunque no te guste. Si no le das al público promedio lo que busca, no puedes quejarte si no tienes audiencia. Tristemente hay algo de verdad en ello, pero, ¿Tiene qué ser así solamente? ¿Poco importa el talento si no viene empaquetado en reels de Instagram y TikToks? No tengo una respuesta, pero así parece pedirlo la época en que estamos. 

Oriundo de la ciudad de Monterrey y con una carrera muy, muy discreta de poco más de 10 años, León Mondragón en un inicio se inclinaba hacia la electrónica lo-fi bajo el nombre A Chamber Sorta, pero su versatilidad y eclecticismo le han prohibido limitarse sólo a eso.

Con la intención de moverse un poco más en el medio, el año pasado debutó con Valle de los Capullos Vagabundos (independiente, 2023), el cual tiene todos los ingredientes dignos de un álbum de culto mu-core: un sonido casero, en su mayoría acústico, con guiños a géneros que ya tienen tiempo rayando en lo insufrible debido a la gentrificación por la que están pasando, pero lo que salva a este material es que no se siente tendencioso.

Hay cumbia, bolero, estilos regionales y noise (ya nada más le faltaba black metal), pero León evita la apropiación superficial; simplemente toma esos géneros como recursos y los integra -no fusiona- creando un álbum homogéneo que se mantiene dentro de parámetros accesibles, pero al que le sobra personalidad y espíritu aventurero. 

Los tracks tienen suficientes sorpresas para que algún musicazo -de esos que buscan complejidad- no sienta que está escuchando a alguien que “no sabe tocar”, pero tiene desvíos suficientes para que algún mamoncillo (¡presente!) no lo considere muy plano o bien portado. Las canciones se sienten vivas, siempre cambiantes, tomando rumbos inesperados sin transiciones forzadas o abruptas, incluso cuando pasan de un estilo a otro, como de una parte cumbiera a un pasaje de ruido, por ejemplo.

La parte lírica puede llegar a cansar por su timbre tan innegablemente indie, pero habrá que reconocer que su entrega cruda funciona; también se debe apreciar su amplio rango, no precisamente en un sentido técnico, sino que el artista incurre en distintas modulaciones para darle profundidad y un aire distinto a ciertas partes, como si se tratase de personajes diferentes en una sola canción. 

De naturaleza ambivalente, Valle no es edgy ni cursi, pero sí es oscuro y optimista al mismo tiempo; es simultáneamente íntimo y expansivo, pues aunque se trata de una sola persona en un entorno bastante austero, fácilmente podríamos sospechar que se trata de una banda entera; su gama estilística es extensa, pero sus mezclas no se sienten irónicas ni como un mero truco para aparentar originalidad. Esa cualidad maleable le da la ventaja de poder funcionar en distintas “escenas” sin tener que comprometer su sonido, lo cual es algo que, sin importar qué talentosos sean, no todos pueden lograr.

Sinceramente estamos ante un músico que nada le debe pedir a muchos de los que se encuentran en lo alto y que con esta placa nos demuestra su gran capacidad para componer canciones multidimensionales y multifacéticas que pueden ser apreciadas por un público variado. ¿Lo estaremos viendo en Tik Tok haciendo videos sobre cómo sonaría “La Puerta Negra” versión Swans? Sólo el tiempo lo dirá. Por lo pronto, dale play a este grandioso debut.

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