Mujeres migrantes, la cara de la resistencia y la superación ante las adversidades
Para activistas y defensores de derechos humanos, las mujeres migrantes que llegan a la ciudad fronteriza de Tijuana representan la cara de la resistencia de todos aquellos que por una u otra razón tienen que dejar atrás sus familias, sus hogares y sus pueblos donde ya tenían bien asentadas sus raíces.
Tres pilares fundamentales que, a decir del activista Albert Rivera “duelen profundamente pues son el primer desprendimiento que hacen de sus vidas”, pero pese a ese dolor, las mujeres migrantes no desisten y son las primeras que impulsan a sus hermanos, sus padres, sus maridos o ellas solas con sus hijos las que agarran fuerzas y emprenden su camino.
En el marco del Día de la Mujer que se conmemoras este 8 de marzo, Nómadas conversó con tres mujeres migrantes que se ubican en un albergue ubicado en la periferia de la fronteriza Tijuana, en donde cada una con su lucha y su historia particular que carga a cuestas, coincidieron en un objetivo: siempre buscar avanzar e ir adelante pese a las circunstancias.
ANDANTES SOLITARIAS
Las tres mujeres que compartieron sus testimonios coincidieron en una situación, las tres salieron sin acompañamiento de sus hogares por diversas circunstancias, solas con sus hijos pequeños, sorteando todas las adversidades que se les fueron presentando en el camino.
María, a quien se le asignó se nombre por seguridad, salió de su natal San Pedro Sula, Honduras solo con su hija menor de 13 años y ya lleva cinco meses en Tijuana. Ellas tuvieron que salir por amenazas del crimen organizado, luego de que le pidieran cuota por sus negocios que tenía y al no poder cubrirla, mejor dejo todo para proteger a su niña.
“Me dolió dejar mi país, mi país es bello, pero el problema en Honduras es que se está manejando bastante el crimen organizado, hay muchos compatriotas que también han dejado sus tierras para venirse a Estados Unidos”, dijo.
María compartió que el trayecto desde su país hasta Tijuana no fue fácil, pues en su camino estuvieron en varios lugares a modo de llegar hasta la frontera, pasando primero unos meses en la frontera sur de México, en Tapachula, luego en Monterrey, donde tuvo una experiencia fuerte con agentes del Instituto Nacional de Migración (INM).
“Viniendo de Monterrey rumbo a Tijuana, me bajaron los de migración del bus y me detuvieron (…) yo le clamaba al señor de que me pudieran soltar y me dejaran ir y sí vi la mano de Dios esa ocasión porque ellos me acusaban de que yo traía a mi hija para trata de personas, que la venía a vender aquí a Tijuana”, dijo.
La señora María compartió que durante ese momento los agentes la amenazaron en varias ocasiones de quitarle a su hija, de hacerle pruebas de ADN para confirmar que era suya, pero ella siempre confió en su corazón y su palabra, puesto que era su niña y no mentía por ello, por lo que tiempo después le creyeron y la dejaron ir. “Me sentí desesperada y triste, pero a la vez confiada porque les estaba hablando con la verdad”.
LOS HIJOS EL MOTOR DE LA MUJERES MIGRANTES
Mónica Núñez y Karla (nombre asignado por seguridad), son dos madres de familia mexicanas, originarias del estado de Michoacán, y aunque de diversas comunidades, ambas comparten la misma condena de haber sido desplazadas por el crimen organizado y estar ahora mismo “recluidas en su propia país”, como señaló una de ellas.
En el caso de Mónica, ella salió hace cuatro meses de su pueblo junto con sus dos hijos y una niña, todos menores, debido a una situación que tuvo y que después de haber presentado la denuncia, le llevó a recibir amenazas y por ende mejor decidió dejar todo atrás para proteger a sus hijos.
Compartió que haber salido sola solo con sus hijos ha sido muy complicado, sobre todo “porque uno tiene que salir del pueblo sin conocer a nada ni nadie aquí, porque no sabíamos cuál era el rumbo que íbamos a tomar y aquí llegamos a este albergue y nos hemos sentido bien, nos han apoyado mucho”, manifestó.
Cuando se le preguntó qué la motivó a salir así, sin nada ni nadie y sin conocer su rumbo, Mónica respondió que “la fuerza sale de los propios hijos, porque uno quiere darles siempre lo mejor, que no caigan en las garras del crimen”.
Una perspectiva en la que coincidió Karla, quien resaltó que, pese a todas las adversidades “una tiene que seguir, principalmente por los hijos y por buscar una vida mejor en donde ellos no crezcan con violencia y que cuando sean grandes no la sigan fomentando; hay que hacer ese pequeño esfuerzo por nuestros hijos, porque Dios no nos va a dejar solas”.
Su caso es muy espacial, pues tuvo que salir de su ciudad con sus dos hijos pequeños a raíz de que asesinaron a su esposo y a su suegro. “Salir sola con mis hijos ha sido una experiencia muy fuerte, dolorosa y triste; mi esposo era el sustento de mis hijos, pero pues a final de cuentas por los hijos uno es que tiene que hacerlo”.
Las tres mujeres migrantes se mantienen a la espera en el albergue donde están refugiadas a la espera de que mediante la aplicación CBP-One les otorgue la confirmación de sus citas para solicitud de asilo en Estados Unidos, las tres buscan mejores posibilidades para ellas y primordialmente sus hijos, mientras tanto resisten y esperan les llegue su oportunidad.
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