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Reseña del libro ‘No es el diablo’ de Gerardo Lima

Foto: Cortesía
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Por Alvaro Conchas

 

Le llaman “Literatura weird”, quizá porque en el de por sí excéntrico mundo de la literatura, el horror y la ciencia ficción siguen siendo considerados “cosas de raros”. Bajo este paraguas se clasifica la obra de Gerardo Lima, escritor tlaxcalteca del género de horror.

Cuasiliteratura, demiliteratura, o literatura de segunda, el caso es que este género tiene el estigma de atreverse a navegar entre los sueños y las pesadillas. Así como la fantasía, la idea de lo que no está, pero aparece, lo que no es real, pero aplasta o da refugio, es la vela con la cual ondean los barcos de los autores de estos géneros.

No es el diablo, publicada bajo el sello Haunting Books de Lapicero Rojo Editorial, es una novela que lidia con lo policiaco, el folk horror, el horror cósmico y lo seudoperiodístico, es un asomo a la definición del mal. La sombra que se encuentra ahí, a veces en forma de una santa con el velo ensangrentado, a veces en forma de un dios decapitado, a veces en la forma de un asesino serial, el mal tiene mil formas, pero es siempre el mismo daño.

A la literatura de horror, fantasía y ciencia ficción, se les reclama “crear mundos para escaparse de la realidad”. Es otro modo de decir que hablar de lo que no existe, es una falta a las buenas costumbres del canon literario. Cosa muy curiosa, dado que dichos derroteros de la ficción beben directamente de las formas más arcaicas de literatura. El mito, la leyenda, el cuento de hadas, las epopeyas, todos llenos de lo irreal, y a la vez, de lo sublime.

Una comprensión errada del concepto de ficción es lo que deriva en dichos juicios, dado que ficción implica mundos imaginarios, dotados de sus propias normas, donde, en cuanto haya verosimilitud, todo se vale. En ese sentido, la literatura de horror o fantasía, no evade la realidad; la representa. Se habla de la valentía y  la guerra mediante batallas épicas y mágicas, se escribe acerca de desigualdad social utilizando reyes de tierras fantasiosas y dragones.

En última instancia, y aterrizando en la novela que nos compete, se versa acerca del crimen, la impunidad y la brutalidad el día a día, (en este caso, los asesinatos dantescos de tres jovencitas), utilizando demonios, dioses oscuros, fuerzas impías de la naturaleza.

Lima explora los distintos frentes del mal, el concepto filosófico de la oscuridad desde la edad media, las deidades del folklore oscuro en los bosques, y el perturbador Homo Horribilis, aquel que habita en el interior, aquel que ama la sangre, y se sabe demonio y cazador.

La novela, al igual que lo hiciera Bram Stoker en Drácula, o Stephen King, en Carrie, se mueve en muchas voces. Reportes de noticias, testimonios de señoras chismosas, un autor intentando delinear una novela, y un sociópata relatando sus métodos y sus motivaciones. Todas las voces se vuelven una voz, la de una sociedad que desde distintos frentes atestigua la brutalidad.

La prosa es atroz, cuidada, con una poesía hacia lo escabroso sin llegar a ser barroca. El horror máximo de la novela radica precisamente en la posibilidad del mal, como en el protagonista de La Sombra sobre Innsmouth, cuyo temor máximo es llevar en la sangre el mismo linaje impío de los batracios-pez del arrecife del diablo.

Dicho sea de paso, el autor rescata esa tradición lovecraftiana de la oscuridad como motor del cosmos, lo inconmensurable como lo verdaderamente natural, y los arquetipos más aterradores como reflejo incluso de auténticas amenazas físicas.

De la erudición a la crítica social, del folk horror a la novela policiaca, de la leyenda a lo monstruosamente cotidiano, Gerardo Lima nos muestra que haya algo más, otras posibilidades de la literatura mexicana, desde su abismo más oscuro, para con ella, dar forma a los horrores que habitamos, encapsulando el mal, que también nos encapsula.

Foto: Cortesía
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