Dejar el hogar por cualquier circunstancia no es fácil, dejar atrás la comodidad o el confort derivado de la imperante violencia o por una fuerte necesidad, no es fácil. Sobre todo cuando se es mujer, migrante y, además, madre soltera.
Para las y los migrantes, la búsqueda de una vida mejor muchas veces no solo tiene que ver con el lugar o el espacio que se pretende habitar, sino también –y muy importante– con las personas con las que se quieren rodear y compartir sus vidas, al menos muchos años.
La mira casi siempre está “del otro lado”, más allá del muro, en los Unites States, donde se dice está el primer mundo y los billetes verdes, pero suele suceder que en su camino, en su tránsito o una vez que llegan a Tijuana, es donde muchas veces también se construyen y entretejen los sueños.
Ese fue el caso de cuatro mujeres migrantes, dos de ellas originarias de Honduras y otras dos mexicanas (de quien se resguarda sus nombres), quienes en su estancia en esta ciudad fronteriza vinieron a entrelazar su amor.
Después de un tiempo de haber estado construyendo una relacion amorosa, cada pareja decidió formalizar sus familias lesbomaternales en esta coudad realizando una ceremonia de casamiento. Esta se llevó a cabo el pasado miércoles 26 de abril, Día de la Visibilidad Lésbica.
Durante la ceremonia se escuchó el “¡Sí, acepto!” durante cuatro veces, se tomaron las fotos, se lanzó confeti, se sirvió comida y mucho fue plena y total armonía. Al final del casorio una de las mujeres migrantes dijo: “Esto es algo que esperé muchos años, volver a sentir esta facilidad, ojalá todos pudieran sentir como yo esa alegría en sus corazones”.
