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Los caminos, las palabras y sus claroscuros

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Abundan en la literatura, en la música, las artes plásticas y el cine los dos elementos: el corazón y la brújula, los seres humanos tenemos una fascinación por las emociones, las cuales relacionamos de inmediato con el órgano vital y también por el espacio y el tiempo, el primero lo vemos reflejado en la brújula, el segundo en los relojes.

Las preguntas más cercanas, las que más rondan nuestra mente son: ¿Qué sentimos, a dónde vamos? ¿Por qué sentimos lo que sentimos y por qué elegimos un destino?

¿De dónde viene el deseo? ¿De dónde vienen el sueño y el anhelo? Es nuestra mente indagando dentro de un universo interior profundo, extraño, lleno de claroscuros, en que nos indica finalmente a dónde ir y nos dice por qué.

El corazón nos mueve, no solamente por ser la bomba que vigila el recorrido de nuestra sangre, nos mueve también desde el mundo simbólico, desde la metáfora, es esa flama que arde en el pecho, que se levanta cuando por fin estamos en nuestro sitio soñado, aunque a veces para llegar hace falta recurrir a todo el valor, el coraje, el aplomo que tenemos.

¿Qué hubiera sido de la literatura sin haber escuchado el constante golpe del músculo? ¿Qué hubiera sido de las civilizaciones sin la dirección de la rosa de los vientos?

Las palabras aparecen, se vuelven aliadas del que se va llevado por su visión, luego al pisar una tierra nueva, desconocida, sin duda surgen nuevas palabras, otro mundo.

Ir a un lugar y ver por primera vez una estepa o un pico nevado, una playa blanca, una noche interminable, ¿Cómo nombrar lo desconocido, cómo nombrar esa luz que por primera vez entra por nuestros ojos?

Inventamos vocablos, onomatopeyas que ayudan a asir la realidad. La literatura va de la mano del que descubre, del que tiene que partir; la poesía por ejemplo nos salva, ahuyenta los miedos, los señala, les da forma para hacerlos propios.

Recordemos los grandes ejemplos a través de los clásicos como La Ilíada y La Odisea de Homero, La Divina Comedia de Dante Alighieri, El Paraíso Perdido de John Milton, hasta obras más recientes como Omeros del ganador del Nobel Derek Walcott y un sinfín de libros que han marcado las rutas en las últimas generaciones de lectores.

Si me acompañan en este viaje, en el recorrido a través de las letras, los días, el movimiento, la vida, espero con todo mi corazón por cierto, que encuentren una lectura amena, una compañía y con suerte una sugerencia de un excelente libro; hay que buscar a veces otro ritmo, otro rumbo.

Por aquí nos encontraremos cada quince días. Gracias al equipo de Nómadas por hacerlo posible, gracias a nuestro director Manuel Noctis por el espacio, principalmente a ustedes por su amable visita al sitio. Hasta la próxima.

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