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¿El arte imita a la vida?

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Es muy común escuchar de los adultos y ancianos que las generaciones más jóvenes cada vez son más vulgares, irrespetuosas, perezosas, obtusas y hasta feas. Cualquier forma nueva de expresión musical, estética o de lenguaje parece un argumento sólido para señalar la osadía con la que los jóvenes rompen el status quo de lo cotidiano, pero para mal. Desde tiempos de los filósofos griegos ya era común este pensamiento y posiblemente desde siempre ha sido así.

Sin embargo, ya que ninguna generación de individuos, cuando fue joven, estuvo exenta de tales señalamientos, es curioso cómo al paso del tiempo parecen olvidarlo y en vez de observar libres de prejuicios las expresiones de las nuevas generaciones, vuelcan sus frustraciones y prejuicios adquiridos con los años hacia los más jóvenes, y para ejemplificar lo anterior podemos usar la música moderna.

El reggaetón y los llamados “corridos tumbados”, que hoy en día lideran las listas de popularidad en la industria de la música occidental causan aversión en los mayores, que no comprenden como “un ruido carente de sentido” puede vender más que los aclamados “poetas y artistas” que tan populares fueron en su época de juventud. No comprenden que los valores de la sociedad y sus individuos van cambiando, se condicionan a los factores filosóficos, económicos, ambientales y tecnológicos. Esto también incluye a los valores artísticos que, con cada nueva corriente o nueva disciplina de manera implícita, rompen o transgreden los límites establecidos anteriormente, tanto en estilo, técnica y apreciación. 

Los jóvenes de la “Generación Z” y su visión de la vida y tópicos como el arte y la música tiene más que ver con el dadaísmo que con otra cosa. Abrasan lo absurdo, lo celebran y se regocijan en los placeres inmediatos y vivir el ahora.

Hacen humor de sus traumas psicológicos y carencias emocionales y tal parece que no buscan cambiar el mundo, solo pasar el rato. ¿Cómo se traduce esto a su gusto por la música? Consumiendo música que se vuelve meme o canciones que hacen referencia a memes. Un ejemplo de esto son los hits que más se escuchan en TikTok, como las rimas peligrosas de Dani Flow y las letras en prosa, carente de cuadratura, de los corridos tumbados. Estos artistas no quieren llegar a las nuevas generaciones, ellos pertenecen a esta generación, crecieron con su misma visión de la vida y buscan los mismos valores artísticos en su obra. Pueden o no ser las voces de su generación, pero sin duda formarán parte de la banda sonora de los jóvenes de hoy por el resto de su vida.

Dani Flow con sus cartas de amor idílicas; “Las que no tienen papa”, “Abre las patotas” y más, cruza los límites que se creían permisibles… ¡NO! Los rompe y pisotea sin aparente remordimiento. Letras por demás obscenas, pero con un Flow machacante, hacen sinergia con los beats más callejeros que no se habían escuchado desde los orígenes del reggaetón hace décadas. Sin duda cualquier señora o señor de más de 40 años quedaría estupefacto si un día cualquiera ve que su hija de 15 años sube una “story” a redes sociales acompañada de una canción así. Pero aquí es donde debo señalar la falta de memoria que cíclicamente se repite y se repite en cada cambio generacional.

Esos mismos adultos, en su juventud se reventaban los tímpanos oyendo a MOLOTOV y sus poemas clásicos como: “Rastamandita”, “Chinga tu madre” y “Quítate que ma´sturbas”. También barrían el piso bailando con rolas como “Las Nachas” y “Me llamo Raquel” de Banda Machos, o tal vez dejaban surcos en el piso bailando en círculos mientras La Maldita Vecindad tocaba “Pachuco”, una canción que por casualidad habla de los choques generacionales. Y no quiero que se me malinterprete con lo dicho anteriormente. No quiero decir que antes no había verdaderos poetas, amos de las metáforas y artistas que estuvieran liderando las listas de popularidad de su momento, si no, que los valores sociales y por lo tanto artísticos de las masas cambian, y son las generaciones actuales las que dan forma a sus formas de expresión y no al revés.

Los párrafos anteriores los puedo resumir usando una frase escrita por Oscar Wilde, un poeta y escritor transgresor para su época, por su vida y obra: “Ningún artista es morboso jamás. El artista puede expresarlo todo”. Y responderé al título de este texto con otra frase de él: “Es el espectador, y no la vida, a quien refleja realmente el arte”.

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