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Cuerdas amorfas: la colaboración entre Concepción Huerta, Mabe Fratti y La Kriego.

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Música contemporánea. Esa música que le da risa a tu amigo de conservatorio y que la audiencia promedio no suele frecuentar en sus hábitos de escucha, pues ni siquiera la consideran como tal por no adherirse a ese marco estético al que la mayoría de las personas respondemos de manera positiva. Entender esta postura no es difícil: no todos van a filosofar sobre la maleabilidad del sonido al escuchar un violín haciendo chirridos cuando van rumbo a la oficina, a abrir su negocio a las 5:00am, o regresando de una pesada jornada laboral. Bajo el riesgo de ser tachado de ignorante, diría que es un lujo que sólo una demográfica bastante reducida puede darse, pero siempre hay excepciones. En lo personal, sí me considero un consumidor habitual (ya sea en tiempo o con dinero) de estas prácticas, pero siempre he pensado que, quienes pueden disfrutarlas, no están por encima de nadie, simplemente tienen más opciones para escuchar. 

Esto nos trae a uno de los primeros lanzamientos del año en territorio nacional, una colaboración entre la chelista y vocalista Mabe Fratti, la maga de la síntesis y la manipulación de cintas, Concepción Huerta y los guitarristas Emiliano Cruz y Fernando Feria (quienes forman el dúo La Kriego). Resultado de un encuentro a finales del 2022, aquellas sesiones improvisadas culminaron en un breve álbum digital en el que la química es tal, que se nos permitiría dudar que se trata de piezas espontáneas.

No era para menos, pues Concepción y Mabe han estado en el circuito de la improvisación libre y música experimental desde hace tiempo, colaborando constantemente entre ellas y con artistas nacionales e internacionales, mientras que La Kriego representa a una generación más reciente de músicos que se han adentrado en las enmarañadas vísceras del noise e improvisación no idiomática a base de guitarras. 

Eso último ya sería motivo de escepticismo pues no he tenido buenas experiencias con grupos nuevos que se dediquen a estas prácticas (ya saben, mente vieja renegando de los jóvenes). Afortunadamente, este par de guitarristas no trata de someternos a un exhaustivo tratado en el que nos presentan cada una de las técnicas extendidas que tienen en su arsenal para demostrarnos qué tanto escuchan a Derek Bailey, Glenn Branca o similares; al contrario, el álbum se siente reservado, incluso guardando cierta accesibilidad, con cada uno de sus elementos integrándose a un todo bastante orgánico. Las guitarras se hacen y deshacen en rasgueos, arpegios, golpes y loops, mientras que Mabe hace distintos trazos con su chelo; al fondo, Concepción conjura una niebla de sonidos inexplicables que envuelve sin sofocar. La exploración tímbrica se mantiene limitada a los sonidos propios de cada instrumento, pero no se siente reprimida. Aquí, una guitarra es una guitarra y un chelo es un chelo, pues no se está tratando de probar nada; simplemente estamos ante la alquimia de un ensamble trabajando para la música, dejando el protagonismo para otro tipo de artistas. 

La voz limita su presencia al primer track, que sin duda es una excelente introducción a lo que el conjunto nos tiene preparado para el recorrido. Fratti no nos dice qué sentir ni nos cuenta una historia, pues su voz es un elemento sonoro más y funciona por lo expresivo de su entrega. La cadencia de esta pieza es punzante, y contrasta muy bien con la que le sigue: un pantanoso drone, de atmósfera espesa que no deja entrar mucha luz ni permite que aquella poca vida que lo habita, se pueda mover. El registro bajo domina este paisaje y de nueva cuenta, se diferencia del tercer track, en el que las guitarras tienen un tono más brillante, jugando con armónicos y frases loopeadas. Estamos ante un álbum dinámico, con bastante rango, que caería en un nicho similar a aquel habitado por el folk drone de bandas como Pelt pero con una instrumentación más austera. 

¿Logrará este conjunto convencer a los no-creyentes? Me atrevería a decir que sí. Su acervo sonoro no se apega a las formalidades de la “música de verdad” (como le llamarían algunos musicazos), pero al mismo tiempo nada resulta bastante extremo ni inconexo como para inspirar la misma cantaleta del “es que hacen eso porque no saben tocar” (como dirían otros musicazos). Tampoco se trata de una obra indulgente donde se tenga que soportar el onanismo o la indulgencia de un grupo de artistas con muchos recursos y poco discurso, por lo que se trata de un buen punto de entrada para quienes quieran aventurarse en géneros como el minimalismo, improvisación libre, drone, y mejor aún, de aquello que se hace en México por artistas jóvenes.

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