“El paraíso no está bien” una crónica de Javier Ibarra de su libro ‘Las entrañas de Santa’
Por Javier Ibarra
Zaratustra el Dios Persa bajó del Cerro de las Mitras para irse de tour con su Banda Juvenil.
Las Entrañas de Santa: En La Casita del Amor donde ensayaban comenzó la gira musical. A los cinco minutos de que inició la tocada llegaron el luchador extremo Sick Boy y el peleador de MMA Ricardo el Loco Arreola, dos batos bien regados que se divertían madreando gente. En el slam se pusieron a soltar vergazos, casi matan a Kiko Blake, guitarrista de Non Plus Ultra y se pospuso el evento.
El Salto: Nunca apareció el promotor con el que pactaron la tocada. Llegaron a la dirección y resultó ser una fábrica donde hacían pan de pulque. Por eso tocaron en un festival de black metal dentro de un taller mecánico, donde no dejaron de babear por el filo de las espadas que portaban esos satánicos que se creían Dead, el ex vocalista de Mayhem que se voló los sesos con una escopeta, después de cortarse las muñecas y la garganta con un cuchillo.
Queretarock: No arreglaron nada. La van se descompuso y les tiraron esquina para tocar en un partido de roller derby. Abrieron el toquín de cinco agrupaciones de psychobilly. El güey de la última banda que tocó el tololoche se puso a tirar crema, trepándose en su instrumento y cumpliendo con el acto creepy que generó aplausos de los presentes. Después siguió el encuentro de dos equipos con gordibuenas bien pinches tatuadas y atrabancadas que se dieron en su madre.
Chilangoland: Cuando comenzaron a bajar los amplificadores de la van, les avisaron que tocarían en un templo Hare Krishna del Centro Histórico. Apestaba a pollo congelado, por lo que todo el mundo comenzó a guacarear. La mayor parte de los presentes eran veganos y straight edge. Se canceló el evento y terminaron cenando pambazos en una calle cercana al Metro Garibaldi.
Guanatos: Los punks de crestas y estoperoles aparecieron con unas costras de mugre petrificadas en sus cuerpos. Mamaban a Desobediencia Civil y se la pasaron cantando «enemigos de dios, enemigos de un impostor». A Zaratustra lo quisieron picar. Según ellos, el Dios Persa tenía que ser un podrido anarquista.
La Laguna: Fueron vetados del Furgón, donde la chela costaba cinco bolas. Como devaluaron la bebida alcohólica en ese lugar, estaban bien contentos por la pedota que se iban a poner en cuanto terminaran de tocar, por lo que el escenario terminó volando en mil pedazos al finalizar el sintetizador de su rola «Dios vs. Cristo». Hasta ese momento había sido el toquín más perrón.
Colimaranch: Abundaban un chingo de mujeres vampiro que habían salido en la película Interview with the vampire. Desembarcaron en una playa, pensando que ahí habitaba Tom Cruise, su vampiro-cienciólogo preferido. Si no creen, pregúnteles cómo les quedaron sus cuellos, cuando los confundieron con clones de ese actor hollywoodense.
Duranyork: Las groupies con quienes agarraron fiesta eran sobrinas de un brujo huichol. Y como no quisieron un mal de amores, tampoco una pócima autóctona que les diera piso a base de una diarrea bien culera, mejor se dedicaron a bailar pasito duranguense con ellas hasta el amanecer.
Culichitown: Unos malandros que los siguieron desde la carretera del Espinazo del Diablo, se metieron al anexo donde tocaban. A Zaratustra lo bajaron a punta de chingadazos de la tarima. Como respuesta la Banda Juvenil se la jugó al puro estilo del Bronx, echando el freestyle. Pero el pedo fue que no les gustó que hayan rimado «qué bonito puerto», con «el Santo Malverde está muerto». Huyeron de ahí, antes de que hubiera problemas con esos güeyes.
El Paraíso No Está Bien: No pararon de pistear. El desvergue terminó ganándole al compromiso de la técnica, la perfección del ritmo cortado y el destiempo exacto; lo que se manejaban en sus presentaciones. El top ten musical, las canciones más populares, le hicieron cocowash a Zaratustra. Por esa razón quería hacer un cover de Valentín Elizalde el Gallo de Oro, en cuanto estuvieran de regreso en Las Entrañas de Santa.
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El hit number one era «El ritmo de la matraca», de DJ Niñote, quien cantaba en el Carnaval del Paraíso No Está Bien «la matraca traca traca, la matraca traca tra, matraca para abajo, matraca para arriba, echemos la energía, para que este ritmo siga». Su voz se escuchó desde La Jaula, una madre que todo el tiempo desearon conocer. Los del grupo Del Olvido Al No Me Acuerdo, quienes organizaron el toquín en una sucursal de las RinRin Pizzas, incluso les sugirieron que llegaran días antes para agarrar más cura. Al final no se pudo, porque la travesura de las dos semanas de gira ya estaba puesta.
Para recordar mejor esa noche, Zaratustra era el único con credencial de elector. Los de la Banda Juvenil, aunque ya eran mayores de edad, no habían tramitado sus identificaciones. El XDiablo de la LoteríaX era el corista y showman, el Rey del Caos el guitarrista y ondeado, el Morras el bajista y carita, Donovan el baterista y puñetón, mientras que Claudio y Mike eran los achichincles. Nadie pudo entrar a los antros y su cotorreo consistió en puro malecón. No es que ahí el desmadre haya estado zarra. De hecho, la mayor parte de la people se divertía en la calle. Era más barato y se cotorreaban buchones, fresas, placozos, cheros, surfos y hasta el Dios Persa con sus músicos, a quienes en los blogs musicales de internet donde descargaban sus rolas, recientemente los habían definido como «emo nihilista con fuertes influencias de filosofía nietzscheana».
En el transcurso del Carnaval del Paraíso No Está Bien se enteraron que se podía pistear en la calle. Compraron ballenas Pacífico; los integrantes Del Olvido Al No Me Acuerdo así le llamaban al caguamón. Se las tomaron al ritmo de la tuba, el clarinete, el bombo y la tarola con un chingo de trocas paseando a vuelta de rueda por el malecón. El Gallo de Oro estaba de pinchi moda. Semanas antes, se lo había cargado el payaso por cantar «A mis enemigos» en el Palenque de Reynosa, en Tamaulipas. Sin los chotos de castrosos y en un escenario tan destrampado, Zaratustra no se cansó de picharles ballenas Pacífico a su Banda Juvenil en los expendios del malecón. Así se vino abajo la administración de las ganancias por vender discos, playeras y botones. Ese dinero también era para la próxima grabación: el cover de Valentín Elizalde.
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Su única regla era que la peda se realizaba después de tocar, y que el XDiablo de la LoteríaX por ser straight edge, vegano y devoto de un grupo llamado XBROTHERHOODSX, los cuidaba cuando ya anduvieran bien jalados. Como les valió pito no se lanzaron directamente a las RinRin Pizzas, sino a seguir el cagadero. Una hora antes del inicio de la tocada, Zaratustra bailaba la rola «Toro Mambo» con un chingo de morritas en el malecón. Las quebró como un campeón, con una ballena Pacífico amacizada en su mano derecha. Los de la Banda Juvenil quisieron entrarle al apretón de cintura, pero muy a huevo sabían caminar. No pudieron sentirse bien pinches caritas como Poncho de Nigris, en sus inicios como conductor en Vivalavi, uno de los programas estelares de Multimedios.
En una de esas, Zaratustra sacó a bailar a una morrita bien chila que estaba acompañada por un güey parecido a Mimoso de la Banda El Recodo. Al finalizar la canción, Mike y Claudio apartaron al Dios Persa de esa culichi. Si algo les advirtieron los Del Olvido Al No Me Acuerdo, era que supieran identificar a las buchonas, quienes eran morras de los narcos. Se paniquearon y en chinga se movieron a la tocada.
Mike iba arrastrando a Zaratustra de su barba y los de La Banda Juvenil, como estaba haciendo un chingo de calor, comenzaron a despojarse de sus playeras de Airborne of Papantla, con quienes habían tocado en Duranyork. Ninguno quería irse del malecón. Tampoco quisieron subirse a unas pulmonías para llegar en corto, por lo que se aventaron más de una hora a pata. El XDiablo de la LoteríaX para ese momento se tomó su primera cheve. Todos le dijeron que no se iban a peinar con sus gurús y sus senseis del straight edge y el veganismo en Las Entrañas de Santa, quienes tocaban en una banda llamada Alguna Vez Fui Ciego, similar a XBROTHERHOODSX. De hecho, Zaratustra y los demás integrantes de la Banda Juvenil comenzaron a conocerlo realmente; le pidieron que viviera la vida loca y se dejara de mamadas.
En el trayecto dieron con un señor que salió de su Chevy Monza blanco. Los invitó a que le metieran unos madrazos a su compadre, quien estaba en la cajuela sin dar señales de vida, meado y con el estéreo haciendo sonar «Nieves de enero», de Chalino Sánchez.
—Órale, sorrájenle un vergazo al bato —dijo el don mientras orinaba en un envase de Tonicol.
Los únicos que lo hicieron fueron Mike y Claudio, para después cagarse de la risa como el reggaetonero Ñengo Flow. La otra cosa maníaca que vieron y los traumó fue La Jaula. Se les apareció en cada esquina hasta que llegaron a las RinRin Pizzas. Se preguntaban si eran varias o sólo la que tenían frente a ellos. De ahí emanaba el top ten musical:
1. «El Ritmo de la matraca» – DJ Niñote
2. «El sándwich» – Banda Fresa
3. «Murder she wrote» – Chaka Demus & Piliers
4. «El sinaloense» – Valentín Elizalde
5. «Merengue electrónico (Rompe consola)» – Omega el Fuerte
6. «La peinada (La peinadita)» – Chuy Lizárraga y Su Banda Tierra Sinaloense
7. «Dónde están las gatas» – Los Cangris
8. «Dale biberón» – Banda Zarape
9. «Salió el sol» – Don Omar
10. «I’m still in love with you» – Sean Paul Ft. Sasha
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Llegaron bien bofeados a las RinRin Pizzas, donde el equipo de sonido ya estaba montado en el escenario que se improvisó a un lado de la caja registradora. Los que acomodaron la batería y amplificadores fueron los integrantes de Del Olvido Al No Me Acuerdo. Esos batos también empezaron a pistear bien temprano. Como ya estaban más huevudos, midieron mejor el agua a los tamales para empinarse las ballenas Pacífico. El único que se descarriló fue su baterista. Ese güey no llenaba. Su panzota era la respuesta visual al lampiño cuestionamiento de la Banda Juvenil.
A minutos de iniciar la tocada, cuando el XDiablo de la LoteríaX acomodó la merch en una mesa, desaparecieron todos. El corista y showman estuvo voceándolos por el micrófono cada vez que terminaba alguna rola de la agrupación abridora: unos crusties que tocaron «Arrastrados», de Ekkaia. De esa forma trató de localizarlos. Al final de la segunda rola de Del Olvido Al No Me Acuerdo, Zaratustra y los demás entraron con un plebe que vendía orquídeas y presentaba demencia como el filósofo Friedrich Nietzsche. El Dios Persa quiso tomarse una foto con él.
Del Olvido Al No Me Acuerdo era una agrupación desgarradora. El mito de que los borrachos lloraban al verlos tocar era cierto. Primero empezaron a jalar los mocos Mike y Claudio. Le siguieron con un tallón de ojos el Morras, el Rey del Caos y Donovan. Zaratustra de plano rompió en llanto, en el hombro del demente plebe de las orquídeas. El XDiablo de la LoteríaX sólo hizo pucheros; estaba más consciente y se preguntaba cómo iban a cerrar la tocada después de presenciar un espectáculo tan cabrón.
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Donovan hizo su desmadre con la batería por ser zurdo. Minutos después, Mike y Claudio reprodujeron la introducción con la cual comenzaban a tocar: «La Rivera mata, rifa y controla», de La Rivera River Side 18-19. El Rey del Caos, se meneó como de costumbre, antes de dar el primer riff de guitarra. Sin embargo, lo único que no jaló fueron sus planes de tocar sin las máscaras de Los Vipers, porque los achichincles se percataron de que el guitarrista estaba haciendo muecas, por lo que subieron al escenario para colocarles las tapas de esos luchadores de la Triple A.
—¡TENGO LA FUERZA, TENGO LA FUERZA! —gritó Zaratustra con aliento a tostada de ceviche.
—¡HASTA LA ÚLTIMA CÉLULA! —coreó el XDiablo de la LoteríaX con unas X’s tatuadas en la parte dorsal de sus manos, aun cuando ya no era straight edge ni vegano.
El Morras se aventó a los integrantes de Del Olvido Al No Me Acuerdo que estaban a un costado del escenario, Donovan daba de tamborazos, Claudio lanzó confeti y Mike agarraba al Rey del Caos de la cintura para que los temas pudieran finalizar. La people gritaba de felicidad, gracias al emo nihilista con fuertes influencias de filosofía nietzscheana.
En el encore de las ocho rolas que duraban 10 minutos con 15 segundos, Zaratustra salió corriendo. Hechos la chingada, Mike y Claudio fueron detrás de él. Todo era similar a aquel performance que hicieron con el Vaquero Galáctico, quien era parte del paisaje urbano de Las Entrañas de Santa, en la calle peatonal Morelos, hasta que le dieron un levantón. El performance lo llevaron a cabo en El Garaje, un bar de indie rock que se ubicaba en el Barrio Antiguo, donde semanas atrás unos narcotraficantes se metieron para chingarse a un par de dealers que no vendían su merca. Regresaron cada quien con una ballena Pacífico para tocar «Síntomas» y «Decidieron dejar de nadar por las estelas luminosas del plantón» que, durante toda la gira, la primera rola era la penúltima y la segunda la antepenúltima. Cerraron, como siempre, con «Dios vs. Cristo».
Su presentación estuvo bien zarra, pero el público creyó lo contrario. Las morritas se le amontonaron al bajista y carita. Mike y Claudio bien borrachos pero comprometidos, recogieron el equipo de sonido. El XDiablo de la LoteríaX se quedó sentado en el suelo, a consecuencia de su debut en el levantamiento de copita. Donovan desarmó la batería y después intentó hacerse cargo de la merch. Sin embargo, ya no encontró nada; Zaratustra había regalado todo.
Cuando terminaron de guardar los instrumentos y amplificadores en la van, el baterista de Del Olvido Al No Me Acuerdo los invitó a cenar aguachile. El plan era dormir en su cantón para el siguiente día, en dado caso de que el huracán Alex no se chingara por completo a Las Entrañas de Santa, sin problema alguno iban a regresar a su ciudad.
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La gira llegó a su fin, pero el Carnaval del Paraíso No Está Bien continuó. Caminaron al malecón, donde se chingaron unas ballenas Pacífico en una banquita, comentando cómo tuvieron que improvisar sus rolas por lo pedotes que andaban. Claudio se quedó rolado. Se aprovecharon de él y le llenaron su bocota con papel higiénico. De pronto, «El ritmo de la matraca» se escuchó, por lo que el Morras señaló a La Jaula. Claudio despertó y todos corrieron para alcanzarla. Les preguntaron a las bailarinas que perreaban ahí dentro qué era esa cosa. Ninguna los volteó a ver y siguieron recordando sus clases de zumba. Como al quinto intento, una bajó la mirada.
—Plebes, ¿qué dicen? —preguntó la bailarina mientras cambiaba de mano en el tubo.
—¿Qué es La Jaula? —volvieron a decir, pero ya iban corriendo más rápido.
—Es una auriga —la bailarina dejó de moverse y se puso de cuclillas—. ¿De dónde vienen? La Jaula tiene que detenerse en el siguiente semáforo; ahí se trepan.
—¡Ya está! —contestaron.
La Jaula era como las camionetas que compran fierro viejo. Lo demás era desconocido y tentador. En el semáforo la bailarina que les hizo caso los ayudó para que se treparan. Otra se acercó a preguntarles si eran los plebes que habían arrojado ceviche desde un puente peatonal. Lo negaron y esa vieja como sea les pellizcó las nalgas. El ambientador de La Jaula hizo sonar el hit number ten, «I’m still in love with you», y las bailarinas se pescaron a cada uno para bailarles bien sabroso. Todo era como en el video oficial de Sean Paul Ft. Sasha. Tanto, que Zaratustra quién sabe de dónde sacó unos turbantes que terminaron en las chompas de todos los de la Banda Juvenil; así el movimiento de caderas fue más creíble a la hora del baile con las culichis.
Cuando bajaron de La Jaula, pensaron caminar a la casa del baterista de Del Olvido Al No Me Acuerdo. Zaratustra compró en un expendio más ballenas Pacífico y en eso dos morritas, igual como de 18 años y con unos leggins camuflados, se bajaron de una troca Cadillac Escalade negra con los vidrios polarizados. Del quemacocos se asomaron otras dos que llevaban puestas unas gorras Ed Hardy. Entonces, cuando pasaron a un costado quienes hicieron la misión de comprar pisto, le echaron un ojo al Morras.
—¡Qué rollo! —dijo el bajista y carita—. ¿Cómo andan o qué?
—¡Qué onda! —respondió una morrita mientras que la otra destapó una ballena Pacífico con los dientes.
—Tocamos hace rato en el Carnaval del Paraíso No Está Bien —el Morras dio a conocer que eran la Banda Juvenil de Zaratustra—. Por eso andamos buscando cotorreo.
—¿Y qué vergas tocan? —preguntó la morrita que había abierto la ballena Pacífico con los dientes—. Se parecen a los güeyes de PXNDX.
—Nombre, sí nos gusta el emo, pero nosotros somos nihilistas y leemos a Nietzsche —el Morras las quiso sorprender—. Hace rato tocamos en un antro que está por el malecón.
—Órale, qué chilo —expresó una morrita que se asomaba por el quemacocos de la Cadillac Escalade—. ¿Y qué vergas hacen por acá? Andan bien pinchi lejos del malecón.
—Por acá nos estamos quedando, y pues queremos cotorrear —el Morras insistió para que los subieran a la troca—. De hecho, nos estamos quedando con el productor del Movimiento Alterado. ¿Sí lo topan?
—¡Simón! ¡Arre, cáiganle! —dijeron las morritas un tanto emocionadas.
—¿Al chile? —el Morras no lo podía creer; su mentira de conocer a un güey encargado de producir narcocorridos jaló machín.
—¡Arre, ya trépense, pues! ¡Acomódense donde puedan! —otra morrita que se asomó del quemacocos les ordenó.
La puerta trasera se abrió y «El taquicardio», de El Komander, dejó ver a esas culichis en calzones cacheteros. Quien abrió la ballena Pacífico con los dientes se puso al volante, y la otra que igual se bajó al expendio hizo de copimuerta.
Calles adelante, cuando creyeron que iba a agarrar un fiestón bien chilo, se escuchó que alguien cortó cartucho.
—¡A LA VERGA! ¿ESTE PINCHI TALIBÁN QUIÉN ES? —gritó uno de los dos buchones que también venían en la parte trasera, junto a cuatro morritas más con las que iban fajando.
—¡POR FAVOR, NO ME HAGAN NADA! —bien pinche culo que se escuchó el Dios Persa, quien muchos pensaban era una verga en su obra literaria—. ¡SOY ZARATUSTRA, VENGO DE LAS ENTRAÑAS DE SANTA!
—Oiga, pinchi talibán, ¿pues qué chingados está haciendo acá por el charco? —preguntó el buchón que se sacó de onda; el otro con su calibre 45 bañada en oro, encañonó al líder de la Banda Juvenil.
—Tranquilos, sólo vine a dar un concierto —dijo Zaratustra—. En el Carnaval del Paraíso No Está Bien fue la última fecha, en un rato nos iremos. ¡Por favor, no me maten, no soy talibán!
—Compa, ¿por qué anda vestido así, pues? —dijo el buchón que lo tenía encañonado— Si anduviéramos más periqueados lo plomeamos a la verga.
—Lo que pasa es que soy el Dios Persa —dijo Zaratustra mientras se acomodaba su turbante—. Sí tengo raíces del Medio Oriente, pero nada que ver con los traficantes de heroína y opio; yo no ando en ese negocio. Tampoco traigo bombas en el cuerpo y tumbo edificios como los terroristas.
—Ah, pues está bueno —dijeron ambos buchones.
Todo se tranquilizó, le quitaron la pistola de la cabeza a Zaratustra y comenzaron a darse unas líneas de coca. Hubo un silencio incómodo y de la nada un buchón le preguntó al Dios Persa.
—Pero oiga, ¿usted sí conoce al mismísimo patrón de aquí, al Chapo?
—¡Cómo no lo voy a topar! —dijo Zaratustra mientras respiraba cada vez más agitado.
—Está bueno, pues. Pero a ver pinchi talibán, junto con toda su bola de recuas, van a pegar un rondín con nosotros —dijo el buchón que sacó la pistola.
—¿A dónde o qué? —cuestionó Zaratustra; todos los de la Banda Juvenil comenzaron a sudar las ballenas Pacífico.
—Es surprise, compa —dijo el otro buchón que era una aspiradora humana—. ¡Fierro! ¡Amárrense los cinturones, esta pinchi vieja maneja de la verga!
Por los vidrios polarizados, sólo sintieron cómo iban por un camino de terracería. En todo lo que duró el trayecto los buchones cantaban una rola maníaca que decía «con cuerno de chivo y bazuca en la nuca, volando cabezas a quien se atraviesa». La morrita que iba al volante detuvo la Cadillac Escalade y avisó que habían llegado. En eso los buchones le indicaron a Zaratustra que se bajara junto con sus recuas. Los pusieron de espaldas al vehículo y les pidieron que se embicharan. En pelotas, Zaratustra y su Banda Juvenil pensaron que ya no iban a grabar el cover del Gallo de Oro. Tampoco imaginaron que si lo sacaban en CD tendrían que incluir el logotipo del nuevo cartel del narcotráfico que movían droga en From The Guts of Santa Catarina.
—¿QUÉ PEDO VIEJONES, YA ESTÁN AL MILLÓN? ¡PÓNGANSE VERGAS! —gritaron los buchones desde la Cadillac Escalade.
Zaratustra y su Banda Juvenil estaban seguros de que iban a aparecer en los noticieros de Multimedios después de haber sido carraqueados, todo por no tener idea qué cosa era la narcocultura. En ese momento las morritas gritaron «¡EL PARAÍSO NO ESTÁ BIEN!». Un amanecer brotó y el cielo era de diferentes tonalidades. La arena en sus pies y el mar de frente a ellos hicieron que volviera la calma a sus cuerpos. Se orinaron frente al paisaje más hermoso que vieron en sus vidas.
—¿APOCO NO ESTÁ BIEN PINCHI CHINGÓN EL PARAÍSO NO ESTÁ BIEN? —preguntaron los buchones mientras se daban más líneas de coca, disparaban al aire y comenzaban a embicharse junto con las morritas para correr al agua de color azul turquesa—. ESTÁ MADRE NADA MÁS SE VE POR ACÁ PLEBES, ASÍ QUE A DISFRUTARLO.
Zaratustra y su Banda Juvenil no podían creer lo que les acababa de pasar. La única reacción que tuvieron fue correr tras los buchones y las morritas.
Las Entrañas de Santa es un libro híbrido donde se mezcla crónica y ficción. Los textos transcurren –se van entrelazando– cuando está por tocar tierra el huracán Alex y el narcotráfico en el noreste mexicano comienza a ser algo cotidiano. Con sátira, nostalgia y recordando una década (2001-2011) como habitante de Santa Catarina, Nuevo León, Javier Ibarra en estas páginas plasmó –con un ojo de foráneo– las consecuencias del fenómeno natural y el crimen organizado en una ciudad que comenzó a cambiar a partir de 2010.
Arnulfo Vigil (editor de Oficio Ediciones): «En este libro Las Entrañas de Santa, el cronista Javier Ibarra, habitante durante años de este municipio, registra las consecuencias de las malas administraciones: desapariciones, ejecuciones, asaltos, corrupción policiaca. Y construye un perfil de la vida cotidiana de los jóvenes a través de la música, las fiestas y el consumo de drogas».
Javier Ibarra: Nació en la Ciudad de México en 1987. Escribe para medios como el suplemento El Cultural del periódico La Razón. Algunos de sus textos han sido traducidos al inglés y portugués. Es autor del libro de crónicas Una tragedia en tres acordes. Historias desde el moshpit (Producciones El Salario del Miedo/CONARTE, 2019). Tiene un blog llamado REVENGE OF THE NERDS MX sobre música y cultura pop. Antes de convertirse en periodista y escritor tocaba la batería en bandas de hardcore. También fue bicimensajero.