Cada minuto cuenta
No pasaba un día sin un dolor extraño, una dedicatoria oscura, una queja, una descripción amarga de la vida a mis veinte años.
Alrededor era todo decadencia. Un estado de desolación, no de depresión, sino más bien de hastío. El mundo era enorme, los tragos amargos.
Con los años y con las circunstancias fueron evolucionando mis pensamientos. Las quejas, dirigidas a no sé qué instancias de la administración del universo, por fin se terminaron, solamente que en ese momento no caí en cuenta, hasta hace poco.
Ahora mi visión de la realidad ha tenido un cambio, ha sido gradual, no fue algo que pasó de la noche a la mañana, lo que sí me sorprende es el hecho de que es diametralmente opuesto a lo que era.
Antes todo era oscuro, deprimente, feo, pero ha ido del negro al blanco, aunque mi percepción pasó por todos los matices, supongo que es por el hecho de ir madurando. Ahora en la etapa estable de la vida, las quejas por cada cosa insignificante se han agotado, llegan con dificultad, no están más en mi mapa mental. En este momento vienen más fácilmente la alegría, la energía, el deseo de experimentar, de atreverme a hacer cosas nuevas, actividades que en algún otro tiempo no me gustaban; dejé de sentir el peso de todo.
La realidad poco a poco se fue transformando, de ser un pesado lastre, a ser materia de inspiración.
Todos los seres humanos pasamos por esas emociones, por esos lapsos, pero en la vida del artista son más notorios porque quedan registrados y eso es un hecho fascinante, podemos usar un ejemplo clásico como las épocas del pintor malagueño Pablo Picasso, que pasó de la Época azul a la rosa, luego al Cubismo, Neoclasicismo, etc.
Estos cambios dan cuenta de lo intrigante que resulta el tiempo que pasamos aquí, el tiempo en que estamos en lo que solemos llamar sencillamente nuestra vida.
Pero, ¿cómo vamos a aprovechar cada día, cómo debe ser nuestro carpe diem personal, cómo vamos a robar minutos, a extender la gloriosa luz del mediodía?
¿Por qué nadie me dijo que debía aprovechar cada minuto? Que el tiempo es el tesoro más valioso y que desafortunadamente lo damos por sentado, pensamos que es un recurso que siempre está ahí, quizá, pero nosotros no.
A veces digo que fue la suerte, no me dejé llevar por esa pesadumbre, por ese malestar, por el impulso de dejar que la queja, la angustia, las infinitas preguntas me ahogaran. Tal vez en el fondo algo intuí, algo vislumbré.
Cuando tengo la oportunidad de hablar con un público joven, siento el deber de compartir algo muy importante, decirles que fijen sus objetivos, que no se dejen llevar y escriban sus propias fórmulas, dibujen sus caminos. Sé también que tal vez es algo que escuchan a menudo, pero deben estar atentos, porque es cierto, porque si no nos esforzamos y damos todo por lo que soñamos, nadie vendrá a hacer esos sueños realidad.
La vida está muy lejos de ser el cuento de hadas, es más bien un poema, sí, un poema de un poeta maldito: Charles Baudelaire, el Albatros, ese que dice:
Por distraerse, a veces, suelen los marineros Apenas los arrojan sobre las tablas húmedas, Este alado viajero, ¡qué inútil y qué débil! El Poeta es igual a este señor del nublo, |
Como es poesía, lo dejo a su libre interpretación, pueden decir que el poeta es un bello animal inútil, si se quiere tomar de forma muy directa, pero también podemos decir que en realidad es un personaje que si está en un mal lugar, no puede cumplir cabalmente con un rol social.
Pero, eso no solamente pasa con los poetas, yo creo que nos sucede a todos, aunque los poetas tienen la ventaja de que pueden con el verso dar cuenta de lo que es no haber aprovechado su momento.
Sigan, no se distraigan, no desfallezcan, quéjense con la fuerza del poeta maldito o permanezcan en el silencio, pero avancen siempre.