La metafísica se conoce como la rama de la filosofía que estudia el cómo y por qué de la existencia misma, y sus bases de estudio fueron establecidas desde la época griega por Aristóteles. Sin embargo, ya desde antes, en la prehistoria e incluso antes tal vez, el ser humano ya se cuestionaba el porqué de las cosas y buscaba maneras de explicar fenómenos de la naturaleza. Como respuesta a esto surgieron los mitos, los rituales, los cultos, la filosofía y también el arte.
La misma mente racional que nos permite observar y diseccionar hasta lo indivisible de los pensamientos, objetos y fenómenos, buscando respuestas a nuestra curiosidad, también nos permite crear problemas sin solución. Destruir y reconstruir la realidad a placer, pintar acuarelas en el aire y convertir el frío en calor. Todo es posible utilizando la herramienta que nos ha traído hasta donde estamos hoy: la imaginación.
Antiguamente, la labor de los artistas y artesanos estaba supeditada a las necesidades de rituales y cultos religiosos. Podemos usar como ejemplo las pirámides egipcias, que requirieron conocimientos matemáticos, ingenieriles y cantidades impresionantes de labor creativa para su creación, o el arte griego cuyos artistas atribuían su inspiración a las musas, diosas de las artes, y cuyas obras tenían a sus dioses como elementos imprescindibles. También, el arte sacro abarcaba desde la arquitectura, la pintura y la música hasta inclusive la forma de vestir.
Después de la Ilustración, el objetivo del arte viró completamente, dejó de centrarse en la divinidad y buscó expresar lo desconocido de la esencia humana. Así pues, las religiones daban respuestas al mundo exterior, al mundo material, mientras que el arte pasó a explorar el mundo interno, el de nuestros pensamientos y sentimientos, lo onírico y oculto. ¿Quiénes somos, ya no como sociedad, sino como individuos? ¿Cuál es nuestro lugar en el esquema actual? ¿Somos dueños de nosotros o solo cambiamos de amo?
A partir de la misma época, las ciencias también evolucionaron, permitiéndonos dominar cada vez con mayor precisión el mundo natural con nuevas tecnologías. Sin embargo, parece que nada ha cambiado con los artistas, quienes en vez de dominar su mundo interior, se rinden ante sus pasiones, ante eso oculto e inexplorado de nuestro ser, que tal vez ni con todo el arte que podamos crear ni todas las investigaciones que podamos hacer vamos a poder descifrar en su totalidad. Es ese impulso creativo, imaginativo, que es como una llama inextinguible y que nos mueve a observar, a reinventar, a lo místico y fantástico; ese es el origen del arte. La imperante necesidad de saber qué somos como individuos, como sociedad y como universo.
Arte, religión, mitos, filosofía, ciencias, magia; todo tiene el mismo origen desde mi perspectiva: la búsqueda de la verdad.