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Todos podemos ser refugiados

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En el año 2000, la Asamblea General de Naciones Unidas estableció el 20 de junio como el Día Mundial del Refugiado. En 1951 en Ginebra, Suiza, se instituyó la Convención sobre el Estatuto de los Refugiados con la intención de proteger a personas que: “por fundados temores de ser perseguida por motivos de raza, religión, nacionalidad, pertenencia a determinado grupo social u opiniones políticas, se encuentre fuera del país de su nacionalidad y no pueda o, a causa de dichos temores, no quiera acogerse a la protección de tal país”.[1]

De esta manera, los países fueron paulatinamente ratificando este instrumento jurídico internacional y obligándose de algún modo a brindar protección internacional a quienes encuadren en este supuesto. Posteriormente, en 1984 se daría un punto de inflexión en el tema del refugio en América Latina con la formalización de la Declaración de Cartagena que, entre otras cosas, amplió la definición de refugiado, añadiendo el supuesto de quienes “…han huido de sus países porque su vida, seguridad o libertad han sido amenazadas por la violencia generalizada, la agresión extranjera, los conflictos internos, la violación masiva de los derechos humanos u otras circunstancias que hayan perturbado gravemente el orden público”.[2]

En sintonía con lo anterior, México publica en 2014 la Ley sobre Refugiados, Protección Complementaria y Asilo Político (antes “Ley sobre Refugiados y Protección Complementaria”) en la que precisamente recoge los dos supuestos plasmados en ambos instrumentos internacionales, es decir, la definición de refugiado de la Convención sobre el Estatuto de los Refugiados y la vertida en la Declaración de Cartagena, solo agregando el género como motivo de persecución y anexando un supuesto conocido como sur place, que refiere a personas que salieron de su país pero se ven impedidas para regresar debido a circunstancias que sucedieron durante su ausencia.

De acuerdo con datos del Alto Comisionado de Naciones Unidas para los Refugiados, para 2023 en el mundo había alrededor de 36,4 millones de personas refugiadas bajo la definición de la Convención sobre el Estatuto de los Refugiados. Estas personas son de diferentes nacionalidades, por ejemplo, de Afganistán, de la República Democrática del Congo, de varios países de América Latina y el Caribe, de Ucrania, por mencionar algunos.

En el caso mexicano, de acuerdo con datos de la Comisión Mexicana de Ayuda a Refugiados[3] se recibieron 140,854 solicitudes de refugio en 2023. Esta cantidad es la más alta en los últimos diez años. Los principales países de procedencia de los solicitantes de refugio en México en 2023, fueron, en orden, Haití, Honduras y Cuba, aunque también se recibieron algunas solicitudes de países que anteriormente no habían aparecido entre los principales diez, como Chile y Afganistán.

Todo este contexto nos sirve para comprender la relevancia que reviste actualmente, a nivel mundial, la institución del refugio. Además de lo anterior, es oportuno reconocer que la variabilidad en las nacionalidades de quienes se acogen a esta protección, es muestra de que todas las personas, sin importar nuestro origen nacional, étnico o condición social y económica, podríamos eventualmente convertirnos en refugiadas.

Es allí donde la empatía y los posicionamientos razonados deben ofuscar a la xenofobia y a las ideologías racistas que han comenzado a retomar fuerzas abanderadas por una nueva corriente de derecha que emplea eufemísticamente el nacionalismo para condenar la migración y criminalizar a quienes muchas veces solo huyen de persecuciones, de violencia sistémica perpetrada en sus países de origen o de otras causas que delinean la concepción de refugiado.

Un ejemplo de lo anterior en cuanto a la importancia de la empatía, son los efectos del cambio climático. Actualmente muchas regiones se están viendo afectadas por estos efectos a través de sequías, temperaturas elevadas, incendios forestales, tormentas, inundaciones, etcétera.

Esto provoca que quienes sean afectados por estos efectos se vean en la obligación de migrar por una cuestión de mera supervivencia, lo que además podría suceder en cualquier país, incluyendo a los más poderosos, a los que se han caracterizado históricamente por ser receptores de población migrante y a los que se están sumando a las políticas contrarias a la migración.

Es por ello que, desde frentes académicos y de sociedad civil organizada ya ha habido algunos esfuerzos por promover las razones climáticas o de desastres naturales como otro supuesto para brindar protección internacional a través del refugio.

Esta debe ser nuestra reflexión este 20 de junio de 2024, desde la empatía, desde la comprensión, desde la reciprocidad, porque siempre debemos recordar, que, todos podemos ser refugiados.


[1] Convención sobre el Estatuto de los Refugiados, artículo 1, inciso A, número 2, 1951. Disponible en: https://www.acnur.org/sites/default/files/2023-05/Convencion_1951.pdf

[2] Declaración de Cartagena, tercera conclusión. Disponible en: https://www.acnur.org/sites/default/files/legacy-pdf/5b076ef14.pdf

[3] Comisión Mexicana de Ayuda a Refugiados, La COMAR en números. Disponible en: https://www.gob.mx/comar/articulos/la-comar-en-numeros-367000?idiom=es

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