Tan linda como Selena… Crónica de un encuentro especial en su museo en Corpus Christi
Por Adriana Barba
Hoy, en el aniversario luctuoso de Selena, te compartimos esta crónica en la que la autora hace un repaso sobre la afición que le tuvo a la reina del Tex Mex desde su infancia, cuando la veía por televisión, y cómo años después, un episodio muy fortuito la llevó a tener un encuentro muy especial con el padre de la propia Selena, en su natal Corpus Christi.
Late at night when all the world is sleeping
I stay up and think of you
And I wish on a star
That somewhere you are thinking of me too.
Selena Quintanilla, ‘Dreaming of You’
Tenía nueve años cuando escuché por primera vez a Selena; la música era pegajosa, en los primeros 10 segundos de su canción “La Carcacha” hacía que te pararas de la silla, sintieras el ritmo en la sangre y empezaras a mover todo el cuerpo con movimientos perfectamente coordinados, imitando siempre a la tejana nacida en Lake Jackson, Texas.
Era el verano de 1992 y en el programa Órale Primo, el conductor Jesús Soltero los entrevistaba emocionado. Esa fue la primera aparición de Selena y los Dinos en Monterrey, su álbum Entre a mi mundo tenía dos meses en el mercado y dos de sus canciones ya estaban en el top 10 de las más escuchadas en México.
Todo el mundo hablaba de Selena; Selena en las bodas, Selena en las carnitas asadas, Selena en la radio, Monterrey amaba a Selena, hermosa de pies a cabeza, siempre sonriendo, con una personalidad magnética, sacando chispas en el escenario.
Para Navidad del 92 yo ya cantaba “Como la flor” a todo pulmón, mi mamá me compraba gorritas y las decoraba con brillos y estoperoles, mis jeans negros bien planchados, mi spanglish a todo lo que da y mis vacaciones cada año en Corpus Christi me hacían sentirme la Reina del Tex-Mex. Selena era nuestra y claro no le voy a negar que muchos la criticaron por su acento “pocho”, pero esto solo hizo que sus fans se multiplicaran.
En 1993, con su álbum Live, le sumamos canciones a nuestro repertorio fiestero. “La llamada”, “Si la quieres” y “No debes jugar” las cantábamos todas las regias, claro con la coreografía igualita a la de ella. Aquí entraron los jeans blancos, rojos, chaleco de mezclilla y peinado de cebolla, odié que mi mamá nunca me dejara usar leggings con el top lleno de estoperoles, “porque no era apto para mi edad”.
El boom llegó en marzo de 1994, “Amor Prohibido”, canción inspirada en la historia de amor de sus abuelos que fue un exitazo. El álbum es el disco latino mejor vendido de todos los tiempos, más de 20 millones de copias siendo promocionados cinco sencillos, mismos que lograron ser #1 en el Hot Latin Tracks de Billboard, según los medios.
Odié no tener 18 años para poder entrar al Far West Rodeo y ver a mi gran ídolo cantar y bailar, ya no me bastaba verla en Siempre en domingo con el conductor Raúl Velasco, yo soñaba con verla en vivo. Fueron muchas las veces que se presentó en La Feria Monterrey pero mis papás nunca acostumbraron llevarnos a eventos con aglomeraciones de personas, “es muy peligroso”, repetían siempre.
El viernes 31 de marzo de 1995, mis papás escuchaban la noticia de su asesinato en la televisión, yo estaba en el patio, tirada en el suelo pintando de rojo el adoquín. Me hablaron para que viera las noticias, me levanté con las manos manchadas de pintura y vi la tele, el corazón se me arrugó, lo primero que le dije a mi mamá fue que no lo podía creer, si yo la había visto el domingo en el programa de Velasco, con carita de resignación me dijo: “Adrianita, su esposo la vio en la mañana, está muerta”.
Lo que pasó después, estoy segura que todos los fans lo sentimos, por qué a ella,
por qué no la acompañó su esposo, por qué tenía que ir, era tan joven, tan talentosa, era injusto. Selena se quedó en nuestros corazones y vive cada vez que cantamos con el alma cada una de sus canciones.
Los años siguientes no regresé a Corpus Christi, una devaluación en México hizo que las cosas cambiaran en cuestión de los viajes familiares. Fue hasta el fin de año del 2016 que les propuse a mis hijas recibir el 2017 en aquella ciudad ubicada en la costa sur del estado de Texas. En mi mente solo pasaba el museo de Selena, no se había cumplido mi sueño de verla en vivo pero estaría cerca de todas sus cosas. Mis hijas estaban emocionadas, pero no tanto como yo.
Cinco dólares nos costó la entrada al museo, sencillo por fuera pero majestuoso por dentro. Dos personas, con un español perfecto y una sonrisa de oreja a oreja, nos dieron la bienvenida; el lugar estaba solo, dos o tres familias a lo mucho.
Mi corazón se quería salir, dos pasillos llenos de sus vestuarios me llevaron a recordar mis gorritas con estoperoles y mis jeans negros como los de ella, su talla era pequeñita, a ojo de buen cubero un 3 de jeans, no tomé muchas fotos porque lo estaba disfrutando, mi mente fotográfica guardaba cada vestuario con el recuerdo que me traía cada canción.
Sus muñecas de la infancia, su Porche, sus discos y premios los pude ver detalladamente, cuando de repente un hombre pasó a mi lado, caminado lento, cara de no querer tener amigos, entró a una oficina que estaba en el fondo y cuándo estábamos a punto de irnos, ya estaba otra vez cerca de nosotras. Hice contacto visual con él, Abraham Quintanilla, sonreí nerviosa y lo único que se me ocurrió decir fue: “Buenos días”, él contestó muy a fuerza. Traté de decirles a las niñas, vámonos, sí, claro como toda regia digna y broncuda que soy, pensé: “Nadie tiene la necesidad de aguantar el mal humor del señor, mi sueño se cumplió, es momento del shopping”.
Fue cuestión de 15 segundos lo que le dio un giro a mi visita, un giro a mis recuerdos de la infancia, un giro a esta historia.
“¿Les gustaría que los llevara al estudio de grabación?”. Nos dijo a quemarropa, las niñas casi gritan “¡Sí!”. Alcancé a pellizcarlas y contesté, “claro que sí, señor, muchas gracias”, dio la vuelta y solo advirtió: “Nada de fotos”. Caminamos mis hijas y yo detrás de él, tomando nuestra distancia, atrás de nosotros un matrimonio joven que no hablaba español con una bebita en brazos.
Una escalera que no recuerdo muy bien nos llevó al estudio de grabación, y se sentó, nosotros atentos, en ese momento, se cayeron todas las ideas que tenía sobre él, una tristeza inmensa lo invade, nos habló de su hija como si la hubiera perdido hace un mes, casi pude ver sus lágrimas, agachamos la cabeza, rápido cambio de tema y nos comentó de una artista pequeña que está representando, con una gran voz, cuando estábamos a punto de avanzar hacia el lugar de diseño gráfico nos dijo: “¿Tienen alguna pregunta?”, la bebé de la pareja que estaba con nosotras empezó a llorar y él en español le dijo: “Salte, salte, que llore afuera, ya no estoy acostumbrado a escuchar bebés”.
Sabía muy bien que tenía que ser cuidadosa con mi pregunta, pero al estar ya mis hijas y yo en ese lugar, con el papá de una artista que admiraba tanto, la pena se me quitó, y así como si fuera de mi familia le dije: “Nosotras somos de Monterrey y recuerdo muy bien que la prensa decía en esos años que usted se enojaba muchísimo cuando Selena diseñó sus tops y salía con ellos al escenario, ¿es cierto eso?”. Soltó la carcajada. “Claro que es cierto, ¿a poco a ti te gustaría que tus hijas salieran así a cantar?”.
Yo sonreía. “Mira -agregó-, nunca me gustó, pero llegó un momento que vi que a la gente le gustaba mucho y hasta querían tener unos iguales, así que me aguanté”. Continuó hablando: “Mija era muy querida por todos, era luz, siempre estaba positiva, siempre sonriendo, era una muchacha muy buena y muy linda, así como tú”.
Bueno, el corazón se me quería salir, se imaginan que el papá de la artista que marcó tu infancia te dijera que eres linda, así como era su hija.
Mis hijas no se movían, estaban impresionadas, lo habían visto en la película, jamás se imaginaron estar platicando con él. Continuamos el recorrido hasta bajar al escenario donde grababan los videos, unos reflectores se prendieron y la imaginé cantando “Como la flor” muchas gradas enfrente, para los vecinos que salen de público en los videos de Pete Astudillo.
De verdad, es un lugar mágico, un lugar que todos los fans de Selena tienen que visitar.
No quería que se acabara, quería quedarme en ese lugar, un Abraham Quintanilla completamente distinto al que vi por primera vez nos dijo: “Espero que regresen a Monterrey a salvo y cuando vuelvan a venir a Corpus Christi las espero para tomarnos un café”. Las niñas casi van a abrazarlo, nos limitamos a contestar, “muchas gracias por todo, volveremos pronto”.
Y volveremos, porque en ese lugar Selena vive, igual que en nuestros corazones.
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