¿Qué es más importante: la admiración o el deseo?
La pregunta es abierta, pero la respuesta que daré es única, es mía, aunque obviamente, con mucho gusto la comparto. Ustedes pueden responder desde la comodidad de su casa, desde el transporte, desde un rincón silencioso de alguna avenida. Yo trato de responderme a mí misma. Escribir lo que siento, lo que pienso sobre el tema.
Cuando era más joven, sentía una especie de invisibilidad, una cara bonita, una linda cara, sin voz o con una opinión que nadie conocía. Conforme han pasado los años siento la inmensa alegría de por fin ser leída, escuchada, vista y eso me lleva a la sensación de tener un gran compromiso, me siento como Peter Parker, cuando le dijo su tío Ben: “Con un gran poder, llega una gran responsabilidad”. Una frase muy conocida gracias a la maravillosa cultura pop.
Ahora, lo que me hace reflexionar, tener una visión más profunda de las cosas, es precisamente ese poder y esa responsabilidad, en pequeña o mediana medida, mis palabras llegan a otras personas y puede que dejen algo bueno o no, pero siempre voy a sentir que me debo a mis lectores.
Cuando pienso en la admiración, recuerdo uno de los versos de la canción “What ever happened?” de la gran banda The Strokes, gracias a su líder, Julian Casablancas, podemos corear: I want to be forgotten, / and I don’t want to be reminded. Más allá de la traducción a nuestro idioma, ¿Cuál es el sentido para mí, para ustedes?
Encuentro algunos paralelismos en la literatura, desde posibles referencias, hasta lo que me interesa, lo que es el punto focal de mi texto: esa extraña perturbación de ser admirado o deseado y en el peor de los casos, ambas, aunque se podría pensar que son lo mismo, pero no.
Si pensamos en el joven Rimbaud, solo pensarlo, porque en realidad jamás podremos saber o sentir lo que sintió, nos queda la especulación, la intuición. Cuando estaba en la cumbre, en la gloria absoluta, a su corta edad, la fama debió ser algo sorprendente, terrible, por eso dicen muchas personas, sobre todo los narradores o los investigadores que quisieran tener vida de poetas, pero, no se ponen a escribir poesía o pocos lo hacen, eso es otro tema, y es difícil, no cualquiera se enfrenta a ese monstruo, no a todos se les da el metalenguaje.
El deseo de lo otro, lo distinto, lo diferente, exclusivo, único, raro, extraordinario, creo que es inquietante, lo he sentido, he deseado como todo el mundo, algo inalcanzable. Ahora, sentir esa fuerza, ese ímpetu sobre mí misma, sobre mi propio ser, ha sido fascinante también, mi parte de artista lo disfruta, lo llama, casi lo ama, pero por otro lado, la mujer que soy, quisiera evitarlo, no vivirlo.
No me acostumbro a la atención, a las miradas, los mensajes, la constante irrupción en mis redes sociales, hay personas que me piden que suba más fotos, que suba más poemas, que publique algún video. A veces lo hago, quiero contarles algo, lo subo desde una cuenta que pocos han visto, busco un sitio para estar sola, un perfil poco conocido para compartir algo loco, sin sentido, divertido, algo que es casi nada más para mí.
A la admiración, le tengo un poco de desconfianza, no logro asimilarla, no logro sentir de qué se trata. Tanto el deseo como la admiración son parte de la vida del artista. Creo que a muchos nos interesa simplemente crear, dejar algo de nosotros mismos, dar. A otros les interesa la fama, el poder, el dinero, esa vida, esa cosa de estar hasta arriba por un momento, un momento que puede durar muchos años o puede extinguirse en poco tiempo, pero lo viven, lo disfrutan, lo aprovechan.
Para mí ha sido de otra manera, casi todo lo contrario. Escribo porque no puedo dejar de hacerlo, comparto lo que puedo, a veces, algunas cosas. El resto de mi creación, de mi trabajo, permanece en las sombras.
No sé si alguien, alguna vez se vaya a dar a la tarea de ver todo eso, de leerlo, de tratar de comprender. No sé si lo que está guardado sea valioso, sea importante, aunque lo es para mí y eso me basta.