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¿Qué es?

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Como un cordel, se va enredando, se guarda como la última oveja del rebaño, se guarece de las tinieblas de la tormenta. Entra en calma, la descubre, descorre la cortina pesada de la noche. Se aleja lo más que puede del rugido del mar, de la vida que crece cada a través de todas las selvas. Se desprende del deslave, se eleva como los lentos papalotes en el aire.

No pertenece al mundo natural, si algún ser humano no se hubiera percatado de su extraña no presencia, jamás habría adquirido su nombre. Ese nombre de pesado núcleo, esa materia hecha de sí misma, sin necesidad de palabras, sin necesidad de ser nombrado; es más, cuando se le puso nombre, algo se rompió en su interior, en su ser.

Alguien lo encontró como un bicho sobre la delgada piel del agua, se sostiene, no rompe lo que lo sujeta, no se hunde la pequeña rareza; sin embargo, si algo mueve el agua: aparece, luego se va de nuevo.

¿Existirá cuando se parte un cerro y no hay una sola persona que lo atestigüe? Quizá no.

A veces se le llama, se implora por su presencia, se le busca sin lograr alcanzarlo. Se escapa poco a poco como las ligeras burbujas del agua mineral.

Por las noches se extingue también, en su levedad; sucede más en los lugares aislados, lejanos, después de que los animales de granja se despiden de los últimos rayos del sol. Unos días lo necesito, lo llamo en la mente, creo que todos los poetas lo llamamos de vez en cuando, por ejemplo, si me sacude la realidad con toda su fuerza como un aullido de lobos.

La ciudad no es su hábitat, eso lo sabemos, por eso lo buscamos de forma incansable. Las personas que erigieron los grandes y majestuosos templos, lo tenían presente, sabían de alguna manera que en esos sitios iríamos a buscarlo, a veces sin fortuna. Se presenta por la madrugada, antes del amanecer: llega el instante en que solamente es.

Pero, casi siempre estamos deseando que suceda, que de alguna forma se materialice, que llegue, ¿Qué será, cuáles son los versos que están más cerca de su forma?

Si no llega, todo lo que hay en nuestro pensamiento puede explotar, las ciudades pueden colapsar, nuestra cordura dejaría de existir. Imagino, por ejemplo, que el fondo marino es su hogar y el espacio, el infinito.

¿Lo hemos alcanzado a materializar, es eso posible?, ¿se puede tocar? He escuchado que se interpreta, también que vive en la música y en la poesía. Puede ser tan bello y sublime, puede ser el tesoro más valioso, pero puede ser también el momento de desesperación más terrible. ¿Cómo es que todas esas características caben en su esencia?

Es ambiguo, es maleable, es necesario a veces, otras nos sofoca. Puede destruirse rápidamente, es frágil, pero también muy pesado. Llega un momento en que nos acompañará por siempre. Si lo llamamos deja de ser, deja de estar. Si nos quedamos quietos puede que aparezca.

Si veo que una persona está abatida, le digo que se refugie en su sombra. Su poder reside en surgir cuando no tenemos nada más, en esas ocasiones en que la vida nos golpea con palabras. Les digo que lo hagan, hacer, es uno de los verbos más bellos que lo acompañan: la poesía está presente en ese instante.

Alguna vez nos hemos sentido abrumados, desesperanzados, pero su presencia nos alivia. Para mí es como la necesaria lluvia después de un largo estío.

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