Por: Alexa Macías
Desde que el sector maquilador se instaló en la frontera México-Estados Unidos, en Tijuana, la oferta de trabajo se ha dirigido principalmente hacia mujeres por una supuesta “delicadeza” en sus manos que les facilita manipular los objetos en las líneas de producción.
Sin embargo, el trabajo maquilador es uno de los trabajos más explotados en la sociedad capitalista, y que aliena a la obrera del objeto que produce.
La obrera es explotada por toda la maquinaria capitalista: su cuerpo es transgredido por jornadas laborales extenuantes y salarios precarios. Muchas de ellas son migrantes —nacionales e internacionales— y llegan a Tijuana para encontrarse con un gran muro que les limita su movilidad, pero para la explotación capitalista no hay fronteras, las obreras son oprimidas y explotadas por la burguesía internacional.
La mujer obrera es víctima de una doble opresión, por un lado, la fábrica y, por el otro, las labores del hogar. Para el capitalismo, tanto como para el patriarcado, la mujer es un cuerpo deshumanizado que sirve solo para perpetuar las estructuras económicas y de poder, un cuerpo desechable, reemplazable.
Pero la mujer obrera resiste, tiene que hacerlo, por ella, por su familia, debe mantenerse de pie, es el sostén de muchos hogares, aunque esté cansada, aún tiene tiempo de relacionarse con sus compañeras obreras, echarse un cigarro, hablar de sus inconformidades con el supervisor que un día les cambió el horario sin avisar previamente y no tenían con quien dejar a sus hijas e hijos, porque les aumentaron el salario mínimo, pero les quitaron el bono.
La mujer obrera es la vanguardia de las reivindicaciones laborales, porque la mujer obrera es la vanguardia revolucionaria. Por eso la lucha es en dos sentidos: contra el capitalismo y contra el patriarcado.
*Serie que formó parte de la exposición colectiva ‘Bordes: Feminidad y Frontera, 2022’, parte de Proyecto La Puerta, el cual busca abrir espacios exclusivos para fotógrafas.
