“No seas chimiscolera”; una breve mirada al origen de los que les encanta ‘la chisma’
Por David Contreras
Chimiscolera, decía el cómico Tin Tan refiriéndose a las chimiscoleras o chimoleras de la vecindad.
Las chilmoleras eran las mujeres que preparaban chilmoles, o enchiladas, en los puestos de calle y, sobre todo, afuera de las pulquerías, estas enchiladeras preparaban una salsa bien picante (como el chisme) para bañar una tortilla previamente frita en manteca. El nombre de chilmolera se derivaba del náhuatl chilli «chile», y molli o mulli, mezcla o salsa.
La enchiladera o chimolera, era mujer bien enterada de la vida de los demás, como cualquier personaje que ejerza su oficio en calle, soltaba el chimole a la par que el chisme local. Además, algunas chilmoleras eran consideradas como brujas o hechiceras, pues se creía que usaban sus guisos para hacer maleficios o encantamientos.
EN EL MÉXICO PREHISPÁNICO
A la joven que era indiscreta, se le ponía de penitencia barrer por la mañana el patio de la casa, para que quedara exhibida la indiscreción que había cometido, nos dice Fray Bernardino de Sahagún.
La misma diosa Coatlicue recibió esa penitencia, barrer el cerro del Coatepec (y no precisamente por chismosa).
Inevitable es recordar estas crónicas cuando salgo en la mañana y veo barriendo la calle a la vecina, (o al vecino) y a veces también ¿por qué no? Inevitable es, quedarse a echar chisme un rato.