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Mujeres migrantes en Tijuana crean recetario para preservar platillos y sabores de su región

Foto: Cortesía / Centro 32
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Un recetario puede ser muchas cosas: un libro de recetas, un testimonio de vida o un esfuerzo colectivo por preservar sabores que narran historias. En Tijuana, “Cocina en Tránsito” es eso y más.

Este proyecto editorial fue presentado por Centro 32 en el edificio de posgrado de la Universidad Autónoma de Baja California (UABC). La publicación reúne recetas compartidas por mujeres migrantes de distintas nacionalidades que viven (o vivieron) en esta ciudad fronteriza. Es ilustrado por Nancy Cortes.

Un recetario que reconstruye desde el sabor

Lourdes Medrano, directora de Centro 32, explicó que el recetario nació como una respuesta concreta a la necesidad alimentaria de las personas migrantes, especialmente aquellas sin redes o apoyos al llegar a la ciudad.

“Cocina en Tránsito nace de la necesidad que empezamos a ver en los diferentes albergues y en las personas que viven de forma individual de poder tener un alimento”, dijo Medrano.

Inicialmente centrado en la soya por su bajo costo y alto rendimiento, el proyecto creció cuando varias mujeres comenzaron a proponer otras recetas. Fue así como se transformó en un espacio para compartir platos típicos de cada país.

Medrano detalló que algunas de las recetas se publicaron de forma anónima, por decisión de sus autoras. Otras ya no están en Tijuana, pero el recetario fue entregado hasta donde se encontraban, incluso en Estados Unidos.

“El proyecto duró seis meses, fue con un apoyo económico pequeñito pero con mucho trabajo voluntario. Eso es lo que nos permite lograr tanto con tan poco”, comentó.

Foto: Cortesía / Centro 32

El hambre también se transforma en duelo

Migrar implica muchas pérdidas: hogar, comunidad, rutina. Pero pocas veces se habla del duelo alimenticio: esa sensación de hambre mezclada con frustración al no encontrar lo que uno conoce.

Mary Serrano, migrante colombiana, explicó que no supo durante años que podía conseguir harina para arepas en Tijuana. Encontrarla significó un reencuentro con su identidad y su desayuno cotidiano.

“La arepa colombiana para nosotros es como la tortilla. Se come en el desayuno, en el almuerzo. Pasé casi cuatro años sin saber que aquí vendían la harina para la arepa. El día que lo descubrí, para mí fue de gran dicha y gran orgullo”, compartió Serrano.

También habló de lo difícil que fue adaptarse al chile y a la comida callejera, que no le resultaba apetecible ni familiar. Durante mucho tiempo optó por cocinar en casa.

“No me gustaba salir a comer a la calle, prefería hacer algo en la casa porque no me gustaba salir por tacos o lo mismo siempre”, añadió.

Marta Muñoz, originaria de Honduras, expresó que llegar con hambre y no encontrar lo conocido era desalentador. A sus más de sesenta años, adaptarse fue una experiencia muy dolorosa.

“Fue muy difícil, muy triste el querer comer algo y tener hambre, y no poder comer lo que le gusta”, comentó.

Estela Morales, salvadoreña, también habló del valor de compartir recetas y de cómo el aumento de población migrante ha traído ingredientes antes inexistentes. Su participación en el recetario fue una forma de aportar desde la memoria.

“Con este recetario se logra poner un granito de cada país. Me da mucho gusto dar a conocer lo que en mi país es una comida”, dijo Morales.

Hoy, el libro no solo es un puente cultural, también una forma de sostener la memoria personal y colectiva desde la cocina. Puede solicitarse a través de la página oficial de Centro 32.

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