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Margarito Martínez, el amo de la policiaca en Tijuana

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La entrevista para esta crónica fue una de las últimas que concedió Margarito en vida, se realizó en 2021 y se mantuvo inédita hasta que se publicó por primera ocasión en enero de 2022, días después de su asesinato, en la revista Buzos de la Noticia. Las fotos fueron tomadas el día de la entrevista y se mantuvieron archivadas hasta esta ocasión, que conmemoramos su primer aniversario luctuoso.

Son más de las cinco de la tarde y esperamos a Margarito Martínez frente a las instalaciones de la Cruz Roja Mexicana, ubicadas en la Segunda Etapa Zona Río de Tijuana, lugar donde nos citó para realizar la entrevista que le habíamos solicitado previamente. “Ya voy en camino, es que mi esposa me hizo una comida bien sabrosa y no me podía ir sin comer”, nos dijo mediante un mensaje de WhatsApp.

Margarito, aunque siempre muy profesional, cuando de su familia se trata, lo deja todo por ellas: su esposa Elena Frausto y su hija Johana Martínez. Por esa razón ni nos inmutamos en tener que esperar, lo tenemos presente de sobra. Minutos después escuchamos un “Qué pasó, parejones, ya estoy por acá” con su característica voz. Había llegado.

Vestido con un pantalón de mezclilla azul, una chamarra verde camuflada y una gorra negra, Margarito nos saluda con su característica y eterna sonrisa. Lo primero que nos resulta curioso es el por qué decidió citarnos en ese lugar, ahí, en el estacionamiento de un Oxxo frente a la Cruz Roja.

—¿Tiene algo de especial este lugar, Margarito? – le pregunto con cierta displicencia.

—Es mi lugar estratégico, mi base de operaciones. Durante más de seis años estuve trabajando en el turno nocturno, que era de las 7 de la tarde hasta las 6 de la mañana, y descubrí que desde aquí me puedo desplazar a cualquier lugar- me respondió.

Sin mapa de por medio y sacado todo de su mente, nos explica que desde ese punto las vías de comunicación y tránsito son las perfectas para poder desplazarse a cualquier punto de la ciudad. Esto deja ver que, con base en su experiencia, Margarito tiene ya pleno conocimiento de la ciudad y se sabe perfectamente cada uno de los atajos para llegar al punto que tiene que llegar.

—De aquí corres al bulevar Rosas Magallón (el sur de la ciudad); hacia la Vía Rápida rumbo a Playas de Tijuana (el norte) y hacia el rumbo de La Presa (la Zona Este). Desde aquí puedes comenzar a cubrir toda la ciudad y no hay fallas, por eso siempre ha sido mi punto de referencia.

Margarito se sabe conocedor de la ciudad que habita y describe, tiene marcadas en su mente cada una de las rutas como si las tuviera trazadas en la palma de su mano. En donde, por cierto, porta un anillo con su característico “4-4”, apodo como con el que le gustaba le llamaran sus amigos y que tiene que ver con la apropiación del código policiaco “10-4”, que significa “afirmativo” o “entendido”.

El fotoperiodista Margarito Martínez platicaba su historia de cubrir la nota roja en la ciudad de Tijuana – Foto: Joebeth Terríquez

Su madre; influencia en el mundo periodístico

Los ojos le brillan a Margarito cuando de sus recuerdos atrapa la imagen de sus inicios en el periodismo. Nos comparte que fue gracias a su madre, la veterana periodista Englentina Esquivel, que se enroló en la reporteada y sobre todo en la fotografía de calle.

“Me llamó la atención la reporteada, el andar en la calle… lo traigo de mi mamá, mi mamá es periodista ya de años y ella me compró mi primera cámara para tomar fotografías en eventos. Así me fui involucrando, cada vez fueron saliendo más eventos y luego agarré la policiaca y no la solté”.

En ese momento una falsa alarma sobre un hecho delictivo detectado en su radiocomunicador nos alerta y Margarito toma posición. Sus oídos ya preparados para la acción le hacen saber cuándo se trata de algo importante que hay que cubrir o cuando es solo “un borregazo”, como se le llama a un aviso falso. “Si brinca, se trepan en chinga”, nos dice. Para cerciorarse, escucha atento de nuevo el mensaje y nos dice: “Falsa alarma, parejones, ¿en qué estábamos?”

Pienso en la tranquilidad con que Margarito se toma su trabajo. La sangre fría y el talante que se debe tener para reportear cinco o seis asesinatos al día, más los otros hechos delictivos que se puedan presentar al día en la ciudad.

Pienso también en cómo siempre está tan tranquilo y sonriente, y sobre todo tan atento, pese a toda la desgracia que miran sus ojos y en lo único que concluyo es que se necesitan años y mucho trabajo de campo para saber responder a cada uno de los hechos. También concluso que se necesita mucha empatía y humanidad para referirse siempre cordial hacia sus camaradas.

“Hay que saber cuando alzar la cámara y cuando no”

En su camioneta Margarito carga siempre sus dos cámaras, un cargador de pilas, su radiofrecuencia con su base para cargarlo; además de un chaleco antibalas con doble malla, un casco Kevlar, rodilleras y guantes, además de calzar botas “para andar más cómodo”.

Equipo indispensable para quien cubre la policiaca en una ciudad violenta como Tijuana. Aunque, como nos lo hace ver tajantemente, lo más importante de todo en su trabajo es saber cuando alzar la cámara y cuando es mejor abstenerse de tomar una foto para no exponer ni poner en riesgo la vida.

—Con el tiempo fui aprendiendo las estrategias a implementar en el trabajo de campo, por ejemplo, donde alzar la cámara, dónde no usarla, hasta donde puedo yo como reportero gráfico llegar a documentar un hecho cuando están sucediendo las cosas. Muchas veces se tienen que omitir, por seguridad propia, es decir, cuando dejar de levantar la cámara, dejar de sacar gráficos y no documentar los hechos.

“Eso te lo dice o lo sabes cuando entras a zonas peligrosas, cuando llegas y alguien te dice ‘Ey, si alzas la cámara, de aquí no sales’, ¿eso qué quiere decir? Que por una fotografía no vas a arriesgar tu vida. Eso generalmente viene de la gente involucrada en los homicidios de alto impacto”, dice seguro de lo que habla.

—¿Cómo te das cuenta de ello?

—En mi trabajo hay que saber llegar, saber cuánto tiempo estar, qué reportar y salir, porque una ocasión me pasó: salí solo de allá del Salvatierra (colonia con altos índices de violencia) y quise salir por Palmeras y me topé una calle cerrada, entonces me rodearon como unos siete u ocho morros, digo morros porque eran de entre 15 y 18 años.

“El mayor, que tenía como 18 años, fue el que me apuntó con una escuadra y me dijo que ‘qué andaba haciendo’, le dije que venía de trabajar y me preguntó en qué trabajaba, le respondí que en el periódico Frontera y había ido a tomar fotos en un homicidio, que quería ir al centro y quería ver cómo regresarme porque andaba perdido.

“Saqué mi credencial, vio mi cámara y otro le dijo ‘¿qué, se la quitó?’ y le respondió ‘no, no, nosotros no somos tacuaches, el morro está haciendo su jale y nuestro trabajo aquí es cuidar, viene de chambear, que se vaya, no hay bronca’. Eso pasó hace seis años”.

Evolución de la violencia en Tijuana

—¿Cuáles son las zonas más peligrosas a las que te has metido?

—En la Zona Este es donde me he metido y está lo más pesado; lo que es (las colonias y fraccionamientos) Delicias, Urbi Villas del Prado primera y segunda sección, Mariano Matamoros, El Florido, Villa Fontana y pues no se diga La Presa Rural, lo que es Terrazas del Valle, La Presa Este, Valle San Pedro; las comunidades lejanas donde radica la gente foránea y se da más el tráfico de armas, enervantes, psicotrópicos, autos robados… todo lo que viene siendo el corredor 2000, donde además da el tráfico de personas.

“También lo que viene siendo la Sánchez Taboada, San Antonio de Los Buenos, Playas de Tijuana y el área de Mesa de Otay y Centenario, que es donde se mueve más el dinero y el manejo de los que pasan la droga hacia Estados Unidos”.

—Y en todos estos años, Margarito, ¿cómo has visto la evolución de la violencia en Tijuana?

—Anteriormente eran enfrentamientos de bandas contra bandas, en las que muchas veces había víctimas colaterales desde menores hasta los vendedores de chicles en la esquina. Ahora las pugnas son entre ellos mismos, los conocidos; van a tu casa, te tocan y te matan, porque ya saben dónde vives, a qué hora llegas, a qué hora sales y dónde te la llevas. Son reacomodos, entre comillas, que ellos hacen, se conocen entre sí y por eso es que ha habido un incremento en asesinatos, pero sin tantas víctimas colaterales.

—¿Y has recibido amenazas últimamente? (La pregunta se le hizo meses antes del conflicto en el que lo involucrara Ángel Peña).

— Actualmente solo advertencias de no alzar la cámara, de que si tomo fotos me chingan y puras de esas. También ha pasado que están trabajando en la escena los elementos policiacos y los mismos maleantes tiran balazos para amedrentarlos, pero uno está expuesto a eso.

El miedo; sistema de alerta

Cuando le pregunto a Margarito si luego de tantos años cubriendo hechos de alto impacto y ante experiencias como la relatada, sigue sintiendo miedo, sin chistar responde que sí. Pero tiene una explicación para ello: el miedo es lo que le dicta hasta dónde y cómo hacer su trabajo, y también lo que le dice si vale la pena o no meterse en donde se ha presentado un homicidio.

“El miedo, la incertidumbre pues, siempre la trae uno en el trabajo, este trabajo es de riesgo; llegas a un lugar alejado de la ciudad y ya están trabajando en la escena los elementos de la Fiscalía y resguardado por la policía, pero estás en un cañón y, así como ellos están, como autoridades, expuestos a un atentado, uno también como reportero y más porque yo no traigo más que una cámara; yo no traigo balas para defenderme.

“Mi trabajo lo cuido en tiempo y forma y solo reporto lo que veo; ‘la persona de sexo masculino, murió por impacto de bala, arriba o debajo de su vehículo, en tal colonia, tal hora y hasta ahí’. Es parte de mi blindaje no investigar quién era, quién fue, por qué o quién es”.

Esto es parte de lo que Margarito considera fundamental en su profesión, en la que a su decir se tienen que tomar en cuenta los protocolos, la capacitación y la responsabilidad en el trabajo, tanto en lo personal, como en lo relativo al trabajo de campo,

“Eso quiere decir mucho. Para yo poder estar reporteando en la policiaca he tenido capacitación también, tanto en rescate como en zonas de alto riesgo. Estas capacitaciones las he tenido por parte de agencias nacionales e internacionales y en lugares como Ciudad Juárez, Cuernavaca, Ciudad de México y en Guadalajara”.

Foto: Joebeth Terríquez

La ética como fundamento primordial para hacer periodismo

Si algo tiene claro Margarito, es que además de prepararse y capacitarse de esa forma, también hay que tener un sentido de responsabilidad con las maneras en que se va a reportear y las formas como se va a transmitir el mensaje. “Es el sentido de la ética”, nos dice y su explicación nos alumbra más sobre ello.

—Cuando son cadáveres de mujeres, yo no puedo tomar una fotografía de una mujer ejecutada cuando la están procesando los elementos de periciales. Eso ya es automáticamente tema de censura y va contra la ley de comunicación. Son detalles que uno debe aprender en campo porque ahora son otras formas.

“El cuerpo desnudo de una mujer muerta tampoco, ya las escenas de cuerpos mutilados, descuartizados y todo eso muy expuestos tampoco se trabaja, al menos yo no lo hago, sobre todo porque hay maneras de expresar lo violento, los homicidios en una fotografía y en las transmisiones también hay que cuidar eso, porque se cae en el criterio negativo y hay que tener cuidado.

“Es cuidar las formas, la línea de trabajo y autoproteger el trabajo, porque se debe también tener respeto a la ciudadanía, el dolor y la moral, aunque también con las instituciones”, dice tajante, lo que deja bien en claro su profesionalismo, el respeto por su profesión y el sentido de humanidad que también se requiere para ejercer y cubrir la fuente policiaca, en la que muchos colegas, a la menor provocación, pierden los escrúpulos por ganar la nota.

—Basándonos en ello, Margarito, ¿cómo vislumbras el futuro del periodismo policiaco?

—Para nosotros como reporteros, entre más rápido sea la información en vivo, es más confiable nuestro trabajo porque estamos ahí, en el lugar de los hechos. Pero creo que esto va a cambiar mucho, porque tener un teléfono, una página de Facebook y transmitir en vivo no te hace un reportero o periodista policiaco, esto conlleva experiencia, responsabilidad y mucho tacto. Porque eso de hacer transmisión en vivo y etiquetar autoridades o personas eso no es periodismo, es lo que creo de mi parte.

La familia; pilar y sustento

En el periodismo, para reportar un suceso hay que ser fríos, pero no indiferentes, recuerdo mientras estamos en la recta final de la entrevista, lo cual conlleva en muchas ocasiones a tener episodios post traumáticos que uno tiene que saber lidiar y canalizar para que no desentonen con la vida personal. No me quedo con la duda y le pregunto cuál es su estrategia para paliar esa situación. Margarito lo tiene bien claro.

—Esto del periodismo es muy riesgoso, es muy batalloso, porque uno como reportero batalla en lo económico, lo moral, lo físico y lo mental. Yo, que trabajé como seis años en la noche, todavía tenía que tomar mis responsabilidades con mi familia y todo desvelado y con las mal pasadas, todo eso se te junta. También hay que saber nivelar la balanza.

“Yo, con mi señora esposa, voy a cumplir 26 años y ella vivió conmigo las altas, las bajas, las dulces y las amargas de lo que es el periodismo y ella ha sido mi complemento, porque tienes que tener un soporte, un apoyo moral, físico y mental también. Y mi señora esposa y mi hija son esa base que a mí me complementa y me nivela la balanza”.

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