Los rostros de la migración: Resistir con alegría
“Miguel” es originario de un estado del centro de México y es padre de la niña que trae en brazos y de un niño más pequeño que tiene una condición de autismo nivel 2.
Hace justamente un mes dejó su hogar, su patrimonio y todo lo que tenía luego de que, en un segundo intento de asalto, intentarán quitarle la vida, dejándolo moribundo.
El señor se recuperó y meses después de la brutal agresión que sufrió, se encontró con uno de sus victimarios cerca de su casa.
Temiendo por su vida y por la de sus hijos, dejó todo y se vino a Tijuana con la esperanza de encontrar asilo humanitario en Estados Unidos y poder así proteger a sus hijos y que su niño más pequeño pueda recibir la atención requerida.
Él y sus niños son unos de los casi 300 migrantes que hoy en día pernoctan a la intemperie en un campamento improvisado en las inmediaciones de la garita de San Ysidro.
“Es triste tener que dejar todo; tu hogar, tu vida, tu patrimonio, pero todo lo hago por ellos”, me dijo cuando me contó su historia, mientras miraba con cara de profundo amor a su niña y a su pequeño que estaba en el piso.
Lo que no deja de sorprenderme nunca de estas personas es que, a pesar de todas esas historias de terror que muchos cargan a cuestas, la alegría y la esperanza nunca la abandonan, es parte de su motor, y pese a lo apestado que el sistema es con ellos, nunca dejan de mostrar una sonrisa.
Ya lo decía el filósofo francés Gilles Deleuze, la alegría también es una forma de resistencia.
Ojalá que pronto el señor y sus niños puedan estar en el lugar que se merecen.