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Los apuntes y el deseo (leer y escribir literatura)

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Cuando una persona comienza a escribir, a lo lejos vislumbra la orilla del dolor, hay una especie de deseo de desdoblamiento; en mi caso coexisten, no tan dulcemente, mi yo lectora y mi yo escritora, hablemos de la primera.

La parte lectora es espontánea, disfruta de las lecturas breves tanto como de los clásicos o por lo menos en algún momento de la vida así fue. Las lecturas que hago con más atención, sin duda, son las de los libros de poesía, que ahora se han extendido también a todo contenido poético que encuentro en internet.

Cuando hago un gran descubrimiento, me gusta hacer anotaciones en alguna libreta, guardarlas ahí para poder consultar después o solo para recordar la fascinación de las ideas y de los versos, para mí los versos son ideas, para mí, poesía es la luz del intelecto y la delicia de la música, la exacta belleza del ritmo. Una revolución comienza con un verso, una película de arte, la vida.

Para mí, leer es encontrar el movimiento, palabra tras palabra que cae como la lluvia sobre cemento fresco y queda el hueco, la forma de la gota, la presencia pesada, clara y poderosa. Leer es mover mi espíritu apenas, igual que el viento mueve la flama de una fogata, leer es arder sin prenderse, es saciar una sed sin embriagarse.

Ayudada por los apuntes y por la memoria, la relectura es indagar en la que fui, descubrir de nuevo mis pasos, mirar la rapidez con la que anotaba cada cita, cada palabra, cada número de página, ver que con los años mi  caligrafía ha cambiado, porque eso siempre me sucede, libro que leo y que amo está guardado en mis apuntes, en ellos, lo que sobresale en rojo es lo que ha captado mi atención y me ha dejado sin aliento, igual que al mirar un paisaje impresionante o una magnífica obra de arte.

Leer es encontrar, sin buscar. Leer es conocer, sentirse cerca de autores, fechas, lugares, poetas. Leer es el destino a donde deseo llegar, a mi propio texto, a mis palabras y también a ser el motivo, las ganas de desencadenar en otra mujer la escritura de un párrafo, su historia, un libro de poemas.

Primero leí, luego estudié, hasta el final me arrojé al dolor de esa orilla donde comenzó todo, a esa práctica a la que llamamos escritura;  para llegar tuve que abrir bien los ojos, agarrar el lápiz y borrar, borrar más de lo que escribía, luego atreverme a pasar algunas cosas a una hoja limpia y con lapicero; luego vislumbrar por fin algo propio.

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