Larga vida al free jazz nacional: El cuarteto Tulpas y su álbum ‘Atisbo’
“¿Y cuándo empieza a tocar de verdad?” se podía leer entre los comentarios de un video del grandioso baterista místico Milford Graves (QEPD). Lo especialmente cagante de eso, es que la persona ni siquiera estaba abierta al diálogo y sólo se limitaba a insultar después de dar explicaciones vagas de por qué Tre Cool (Green Day) es mejor baterista que Graves. Cabe mencionar que el video en cuestión mostraba a un Graves en “las últimas”, poco antes de su fallecimiento, por lo que ya se le veía y sentía cansado, pero eso no le restaba poder a su idiosincrásico set.
Este tipo de comentarios son bastante comunes al discutir el avantgarde, lo experimental o, en este caso, la improvisación libre. Para muchos de tus compas musicazos estudiados, esas prácticas o acercamientos a la música no son más que pura paja de gente que ni sabe tocar y que tiene que recurrir a intelectualizar su entrega con justificaciones mamadoras para darles valor, y a veces, hay que aceptarlo, están en lo correcto. En esos terrenos de lo no convencional, existe una delgada línea entre la exploración ambiciosa pero sincera y la indulgencia onanista que insiste en que lo que se presenta es innovador cuando no es más que un intento de subirse el caché; pero, siendo justos, lo mismo se puede decir de tu compa el acróbata de diapasón y su grupo de prog-tech-djent-jazz fusion metal.
En fin. Este prólogo sirve para adentrarnos al disco de la semana, el cual es uno que llevo escuchando bastante desde que salió, pues venía con dos sellos de garantía: estar bajo el label de confianza, Astral Spirits, y que entre su alineación figurara uno de mis músicos favoritos del país, el baterista Gibrán Andrade.
Desde CDMX sin amor, el ensamble de improvisación libre, Tulpas, nos presenta Atisbo (Astral Spirits, 2024), un debut en el que la comunicación entre músicos es fluida y explosiva, pero más importante, expresiva. Desde el inicio, marcado por un bajo solitario, se presagia una espiral de cuero, metal, aliento y madera que no deja de avanzar, punzando y quemando creando un lúcido sueño febril lleno de humo de cigarro, sabor a cerveza, luces tenues y siluetas que se difuminan y transforman con cada nota y golpe.
Haciendo la descripción poética/patética a un lado, Atisbo es realmente una experiencia lúcida, pues la fidelidad y crudeza de su captura, sumado a su energía, nos pone en el centro de la zona cero, en donde estos músicos se congregaron un 6 de junio del 2021 para darle rienda suelta a sus respectivos instrumentos. Los involucrados son el ya mencionado Gibrán, la leyenda del free jazz nacional Germán Bringas alternando entre el sax tenor y soprano (o ejecutándolos al mismo tiempo), Arturo Báez en el contrabajo y Jarrett Gilgore en el alto sax.
Este cuarteto se mueve en una vena de improvisación libre apegada al jazz de espíritu salvaje: lo que sale de los metales de Bringas y Gilgore es caleidoscópico por sus distintos timbres, rangos y el sinfín de notas que se disparan en toda dirección; el contrabajo es un corazón con arritmia, a veces taquicárdico, a veces preocupantemente tranquilo; la batería, con todos sus matices, lejos de crear un simple muro de contención, construye toda una estructura que encierra y da forma, pero que también permite respirar.
Tulpas saben matizar y crear contraste sin que sus altas y bajas se sientan formulaicas, o como recurso fácil para mantener el flow de la pieza. Cada explosión y cada pausa se sienten encausadas: a veces estos espacios son para que dos instrumentos conversen mientras al fondo resuena el silencio de un miembro ausente; en otras ocasiones hay monólogos instrumentales, pero incluso en esos momentos donde un músico está al frente, la conexión colectiva sigue siendo palpable, pues al volver a entrar todos a escena, lo hacen con seguridad, retomando la conversación sin problema.
¿Qué hace grandiosa a una persona dedicada a la música? ¿La preparación, formalidad y la técnica? ¿Tal vez es la versatilidad? No creo que esas sean garantía, pues puedo confirmar que he visto a músicos muy hábiles y estudiados -de esos que son condescendientes con lo que no consideren complejo- tratar de improvisar, y si bien el resultado no era técnicamente “malo”, sí era bastante cuadrado. Si alguien me preguntara la razón de ello, diría que es por la falta de uno, o todos, los atributos que, para mí, sí hacen a un gran músico: humildad, sensibilidad y comunicación, los cuales, en un disco como Atisbo, con músicos como los que conforman Tulpas, están presentes en cada segundo.
¿Qué dices? ¿Que cuándo empiezan a tocar de verdad? Uy, bro…
Larga vida al free jazz nacional.