La desaparición que trastoca a las infancias y adolescencias
Por Camelia Muñoz / Heridas Abiertas
La desaparición de padres o madres transformó el entorno de las familias en su totalidad.
En el caso de quienes eran en ese momento niños, niñas y adolescentes hubo grandes vacíos y sus sueños del futuro también desaparecieron sin que haya hasta ahora un seguimiento a su situación psicológica y cobertura de sus necesidades elementales como es la salud y la educación.
Zoyla tenía 12 años de edad cuando su padre, Apolinar Mendiola López, fue desaparecido el 9 de junio del 2013.
Desde ese entonces ella y sus seis hermanos se enfrentaron a una realidad que los dejaría en condiciones económicas difíciles, al grado de que uno de ellos debió buscar en basureros tenis y zapatos para poder ir a la escuela y, principalmente, porque resulta imposible borrar las imágenes de lo que vieron.
“Andábamos en el ejido Centinela buscando una hierba para mi mamá que se había puesto mala, creo que era poleo. Nos fuimos todos y luego se acercaron unos hombres que andaban vestidos de negro.
“Luego me dijeron que eran los de élite (como se conocía al Grupo de Armas y Tácticas Especiales GATE´s o GATEM), lo golpearon y también se querían llevar a mi hermano mayor que estaba en la secundaria. Mi madre nos pidió que subiéramos al carro, pero desde ahí vimos y estábamos muy asustados”, recuerda.
Ella entraba a la adolescencia y le había confiado a su padre el sueño de estudiar música. Una idea que no ha logrado concretar porque ha tenido que ver, junto con su hermano mayor, la forma de sacar a sus hermanos adelante y ayudar con los gastos a su madre.
A pesar que su padre desapareció desde el 2013, no fue que hasta el 2018 que recibió una ayuda económica por seis meses para alimentación cuando surgió el Programa de Atención a Familiares de Personas Desaparecidas (PROFADE), una iniciativa que colectivos de búsqueda en el estado han señalado que ya resulta insuficiente por las constantes necesidades de las víctimas de desaparición.
“Nos dijeron que no nos pueden ayudar más. El Día del Niño lo vivimos muy mal desde que mi padre desapareció. Lo pasamos viendo que los otros niños tenían y nosotros no; que ellos festejaban y nosotros no; que ellos tenían a sus padres y nosotros no.
“Mi mamá nos compraba, si podía, algún dulce pero siempre nos va hacer falta nuestro papá y si lo tuviera enfrente lo abrazaba y le diría que lo hemos necesitado y que la hemos pasado muy mal sin él y que nunca se fuera a ir lejos de nosotros”, comparte Zoyla.
Antes de la desaparición de su padre, Zoyla recuerda que festejaba el 30 de abril o los cumpleaños con un pastel o una comida o cena sencilla.
“Me regalaba muñecas. Me compraba lo que pedía, aun y con sacrificios, sobre todo cuando sacaba buenas notas pero ya nada fue igual. Nos compraba un pastel. Mi mamá ya no podía y ya no es igual, pero mi papá nos compraba un pollo o algo”.
Zoyla asegura que si su padre estuviera con ella se hubiera cumplido su sueño de estudiar música porque él le prometió que incluso podrían cambiarse a Saltillo para que acudiera a la escuela que existe en la capital del estado.
“Desafortunadamente pasó que me arrebataran a mi papá y ya no se pudo ni siquiera continuar con la preparatoria y voy a empezar a ver si ahora puedo seguir y luego tener una carrera.
“Vamos a seguir con la búsqueda de mi papá y no vamos a parar hasta que Dios nos preste vida y salud. Hoy que soy madre, sé de las necesidades y espero que puedan ayudar a mi mamá que todavía tiene a quién mantener”.
Magaly es la hermana menor de Zoyla y va en quinto año de primaria. Ella no conoció a su padre físicamente y sólo sabe de él por fotografías y lo que le cuentan sus hermanos y su madre. A sus casi 12 años sabe que hay muchas personas desaparecidas y que su padre se encuentra entre esas cifras.
“Hay personas que desaparecen y sus familias están tristes y lloran, como mi mamá. Le diría a mi papá que lo quiero mucho y que lo extraño, que no quisiera que se fuera, que estuviera para mí y para mi familia”, expresa.
La niña está consciente de que las autoridades poco han hecho para encontrar a su papá y por eso les manda el mensaje de que “no sean así y se pongan a trabajar”.
“No es solamente por mi papá sino por todas las personas para que las busquen, que no sean injustos. En la escuela me dicen que no tengo papá y me siento muy mal porque no lo pude conocer.
“No se dieron cuenta que mi mamá estaba embarazada de mí y no tuvieron corazón. Que lo busquen y a todas las demás personas, que no sean despiadados con nosotros. Es muchísima gente desaparecida y da tristeza que no hagan nada por encontrarla”, afirma la pequeña.
“NO PUDE BUSCARLO”
Mario Alberto Salazar Contreras desapareció el 24 de junio del 2010 en la ciudad de Piedras Negras y sus hijas, Stepanie y Griselda, tenían en ese entonces 16 y 13 años. La primera de ellas señala que por su edad nada pudo hacer por su padre.
Al día siguiente de que desapareció, su madre las llevó a los Estados Unidos con familiares que viven en Texas ante el temor de que algo les pasará a ellas.
“Él era taxista pero ni el carro apareció tampoco. No se supo nada. Yo ya estaba en la preparatoria, pero en ese entonces estaba muy feo aquí en Piedras Negras y por eso deciden mandarnos a Estados Unidos, donde nos dan un asilo por tres años y no podíamos regresar a México.
“Yo sentí mucha impotencia porque siento que no hice nada por buscarlo. Se puso denuncia pero no hay nada de avances”, afirma Griselda.
El regreso a México ubicó a las hermanas en una realidad muy cruda: perdieron su casa del Infonavit porque se dejó de pagar y la dependencia exigía que su padre firmara unos documentos, pese a que se le explicó la situación. Al final la casa quedó en manos del gobierno federal y la familia debió empezar de cero y rentó una vivienda, y las hermanas empezaron a buscar empleos.
“Mi padre hizo todo por nosotros, pero desde que no está ya no festejamos los cumpleaños y, aunque no éramos tan niñas, tampoco volvimos a festejar el 30 de abril. Ya nunca se celebró igual”.
Stephanie siguió estudiando en los Estados Unidos y a su regreso a Piedras Negras se inscribió en la carrera de Gestión Empresarial en el Instituto Tecnológico de esa ciudad, pero por diversas circunstancias no logró terminar.

“Yo les diría a las autoridades que nos hagan caso y hagan su trabajo. Cada vez que escuchamos algo del tema me entra desesperación y ansiedad de pensar que ahí pudo haber estado él y las autoridades no dan respuesta de nada y estamos con la incertidumbre, pero yo quiero pensar que está vivo y nadie nos ayuda ni nos da respuesta”, señala.
Hoy la hija de Mario Alberto está por cumplir 30 años, casi el doble de edad que tenía cuando él desapareció, y recuerda que debió estar en su adolescencia con atención psicológica por la ansiedad que le generaba la situación de saber a su padre desaparecido.
Actualmente no hay seguimiento por parte de las autoridades de Coahuila sobre la condición psicológica que enfrentaron ella y su hermana.
“Exijo justicia y que nos hagan caso porque somos muchísimas personas con casos similares. No es posible que desaparezcan las personas y ya; nadie nos da respuestas.
“Al principio no lo aceptaba, pero van pasando años y me decía que al rato va a llegar, luego empieza a pasar el tiempo… años y dices ¿qué pasó? Luego entiendes y, a lo mejor, aceptas lo que estaba pasando y ves que estamos en México en riesgo”, sostiene.
Y es que la familia vivió al segundo día de regresar a México una balacera y el miedo resurgió con la misma fuerza que sintieron el día que Mario Alberto desapareció, y su hija mayor sólo pudo calificar lo que escuchaba y veía como algo terrible.
La atención a las infancias y adolescencias víctimas por la desaparición de sus seres queridos sigue siendo una deuda.
El PROFADE existe todavía y ejerce en promedio entre 2 y 3 millones de pesos que son insuficientes, pues el Registro Estatal de Víctimas es de más de 12 mil personas, según confirmó Heridas Abiertas vía una solicitud de información a la Comisión Estatal de Atención a Víctimas.
Los colectivos de búsqueda de desaparecidos con presencia en Coahuila han manifestado por años las necesidades que existen para mejorar la calidad de vida de las familias que tienen desaparecidos.
A principios de año, luego de más de un sexenio de exigencias, fue publicado un decreto que ordena crear un programa integral que permita mejorar la calidad de vida de estas familias, sin embargo, sigue en construcción.
*Este es un reportaje de los colegas de Heridas Abiertas, que publicamos gracias a la #ComunidadDeMedios y de la cual formamos parte.