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Imagínate, solo imagínate, que un día te amenazan y tienes que dejarlo todo

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Imagínate que un día, así de la nada, tocan a la puerta con tanta insistencia que, todos los que están contigo a tu alrededor, se sorprenden igual que tú, por tal irrupción, pero no le toman mucha importancia. Imagínate que estás ahí con ellos, en medio de una plática cualquiera cuando, de repente, los toquidos en la puerta se vuelven más intensos y tú sigues así, como que no pasa nada, pero por dentro algo te pone instintivamente en alerta.

Imagínate que luego de tanta insistencia, alguien de los que está contigo va y abre la puerta, y luego de unas palabras, escuchas que la persona que imaginas que está tras la puerta, con una voz endurecida, dice tu nombre y pide que salgas. Imagínate que entonces cambias el semblante, la sangre se te va a los talones y piensas en si escuchaste bien y si lo que está pasando es real. Imagínate que a lo lejos ese alguien vuelve a decir tu nombre y amenaza con que, si no sales, algo te va a pasar.

Imagínate que entonces la sangre te revolotea, la mente te da mil vueltas, la piel se te eriza, piensas en tus hijos de tres y siete años que juegan recontentos en el patio trasero y no sabes qué hacer. Imagínate que no sabes qué hacer porque donde está pasando todo eso no es tu casa, no es tu pueblo, no estás con tu gente, sino que estás en un albergue muy muy lejos de tu hogar, del que saliste porque un día te amenazaron o te dijeron que te iban a matar, o que secuestrarían a tus hijos.

Imagínate que no sabes qué hacer, a dónde correr o a quién pedir ayuda porque ya no confías en nadie y porque, donde estás, se supone que es un lugar seguro al que llegaste después de haber dejado atrás tu hogar para encontrar la paz. Imagínate que abruptamente te levantas, te sales corriendo al patio por tus hijos y los abrazas y te los llevas a la cocina u otro espacio del albergue y te escondes esperando que todo pueda pasar. Imagínate que después de todo, ese alguien que abrió la puerta y se enfrentó a los otros te dice: “Es que venían por ti y por tus hijos”.

Imagínate que saliste de la violencia que azotaba a tu pueblo para encontrar una vida mejor, pero esa violencia te alcanzó hasta el lugar donde pensaste que tú y tus hijos estarían protegidos. Imagínate, solo imagínate, porque tú, que estás leyendo esto, lo único que puedes es imaginarte esta historia, porque eres de los afortunados y privilegiados que les tocó vivir otras circunstancias, pero hay quienes, en Tijuana y muchas otras partes del mundo, no se lo imaginan, porque lo están viviendo a diario.

Imagínate, solo imagínate, ¿Qué pasa por la mente de estas personas migrantes, desplazadas y refugiadas desde el primer momento que alguien les dice que los van a matar a ellos y/o a sus hijos, que no tienen tiempo para pensar lo que van a dejar, que lo único que pueden hacer es agarrar valor y buscar cómo la van a librar? Imagínate que lo único que quieren entonces es encontrar es un lugar de paz donde sus hijos se puedan desarrollar y no vivir pensando que un día los van a, precisamente, matar, secuestrar o extorsionar.

Imagínate, solo imagínate, porque tú no estás en esa situación y tú en algún momento vas a terminar de leer esto, quizá te vas a ir al cine, de party, a ver la tele, a comer en un restaurante o a hacer algún tipo ejercicio. Imagínate, nada más, por un momento, antes de que vayas a hacer cualquier cosa, que hay a quienes ya les han arruinado la vida y todavía las siguen para aterrorizarlas más.

Imagínate, nada más, por un momento, y te preguntaría: ¿Qué harías tú en un caso como esos? ¿Cómo reaccionarías si estuvieras en esa situación? Y te pregunto insidiosamente más: ¿Te alcanza siquiera para imaginarlo? Espero tus comentarios.

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