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Finlandia, ¿por qué eres así?

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Portando un penacho y lentes de sol, en lo que de lo contrario sería un atuendo bastante modesto de jeans y camiseta, el líder de los legendarios Beherit, Marko Laiho (también conocido como Nuclear Holocausto Vengeance), explica, en el documental Eternal Flame of Gehenna, que la música de su natal Finlandia siempre tiende subirle los niveles a la locura, sin importar el género. Antes de darle la razón, para dar contexto, hagamos un breve repaso por uno de los países que siempre se viene a la mente al hablar de enfoques extremos: Japón. 

Este país tiene un distinguido pedigree en lo que concierne a géneros como el avant-garde, free jazz, el noise, y no es para menos, pues siendo la cuna de tremendos destructores aurales como GISM, Keiji Haino, Hanatarash, Hijokaidan, Masonna, Masami Akita (Merzbow), Grim, The Gerogerigegege, entre muchos más, esa reputación está más que justificada. Japón es conocido por llevar las cosas al límite, difuminando la línea que divide al público del artista, con una vena performática que hace uso del cuerpo no sólo para ejecutar los instrumentos: hay golpes, gritos, contorsiones, destrucción, masturbación, baile. En pocas palabras, es una presentación muy histriónica. Citando al mismo Akita: Occidente tiene un acercamiento al ruido demasiado conceptual y académico. El noise japonés se deleita con el éxtasis del sonido en sí. 

Eso último lo podemos extrapolar a diferentes géneros y disciplinas gestadas en territorio japonés, y regresando con nuestros queridos finlandeses, siempre me ha parecido que tienen el mismo enfoque de no sobrepensar ni justificar su obra con manifiestos mamadores, pero la presentan con un temple más sereno, incluso cuando se trata de material bastante radical. De la electrónica, a la psicodelia, hasta el punk y el black metal, el sonido finés es crudo, directo, a veces naïve, pero al mismo tiempo atmosférico y muy bien trabajado.

Haciendo a un lado las cosas obvias como Apocalyptica, mi inducción a la locura finlandesa se dio con los excéntricos Alamaailman Vasarat allá por el 2008. Su fusión de estilos folklóricos como el klezmer y la polka con el metal fue una grata sorpresa, y más al estar todo hilado con una habilidad técnica envidiable, pero con una soltura juguetona. Eso sin mencionar que la alineación instrumental no incluía guitarra o bajo, lo cual le daba un toque distintivo que resaltaba dentro de lo que solía escuchar en esos tiempos. 

En la electrónica, del gusto por Aphex Twin el paso lógico era llegar a Pan Sonic cuya aspereza significó un reacomodo en mi cosmovisión, y ya hundiéndome más en la espiral, descubrir el trabajo de Erkki Kurenniemi también fue bastante importante. Y es que no sólo su sonido estaba muy adelantado a su época, saber que los instrumentos utilizados eran de su invención (al igual que con Pan Sonic), e imaginarlos enajenados y ensimismados creando sus máquinas y su música resultaba muy inspirador. 

Eso me lleva a otra cualidad del sonido finlandés: su aislacionismo. 

Y es que mucha de la música “alternativa” finesa da la impresión de haberte topado con algo que estaría sucediendo independientemente de si hay un público o no. Si escuchas a los islandeses Sigur Rós, sientes que su intención es invitarte a su frondoso y hermoso entorno; al escuchar el free-folk de la helsinguina Islaja o la psicodelia abstracta de Kemialliset Ystävät, la sensación es la de haber irrumpido en un espacio personal, pero igual tu presencia pasa desapercibida, por lo que no dudas en quedarte a ver lo que pasa.

Sumergiéndonos en la zona abisal, es bien sabido que para el metal y sonidos extremos, este país tiene una reputación muy alta (y controversial), especialmente en el underground. Hörna, Azazel, Behexen, Rippikoulu, Mythos y los ya mencionados Beherit son algunos ejemplos de agrupaciones bien conocidas, pero ¿qué hay de los pioneros del funeral doom, Thergothon? Si bien dejaron un sólo disco en su haber antes de cambiar completamente de género, este resultó bastante influyente. 

En terrenos más escabrosos, Finlandia no escatima en producir proyectos con una bandera que promueve valores con los que es difícil identificarse, pero de los que no se puede negar la calidad, y como los ejemplos menos alarmantes a estas alturas, tenemos a Clandestine Blaze en el black metal y a Grunt en el harsh noise, ambos unipersonales y liderados por el mismo individuo. Ya queda en la audiencia investigar y formarse su opinión al respecto.

A pesar de su ubicación, Finlandia es un ente muy aparte de sus vecinos escandinavos, y ya desde el idioma tiene una línea bastante marcada que lo separa culturalmente de estos. Esta insularidad sin duda juega un papel importante en su idiosincrasia musical, y si se me permite cerrar con esto, en mi escueta y amateur práctica artística, Finlandia es una inacabable fuente de inspiración por esa soltura que fluye hacia adentro y que bien te lleva a un abismo o a un sereno paisaje blanco, montado sobre una aurora boreal.

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