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El temor a la otredad; Los migrantes como sospechosos por excelencia

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Uno de los argumentos más comunes para cuestionar las movilidades humanas, sobre todo desde la óptica de quienes se encuentran en los países de destino, es que se desatan problemas como la delincuencia, la violencia y la inseguridad. Por lo general, este argumento no se acompaña de datos, cifras o porcentajes que sostengan su validez, por el contrario, se arma de aisladas experiencias, muchas veces “de oídas” y de un evidente prejuicio que nace en un campo fértil para ello llamado “el desconocimiento de la otredad”.[1]

Desde 1989 mi profesor Jorge Bustamante había explicado la noción de otredad en el contexto de las fronteras, como una forma de distinguir culturalmente quién soy yo, poniendo la mirada en el otro y en lo que no soy.[2] No obstante, ese reconocimiento del otro o de la otredad no se da necesariamente a través de un proceso natural de aceptación o coexistencia. En ese vago reconocer de la otredad y de lo distinto se producen pensamientos de miedo, rechazo y repulsión que no se respaldan en realidades sino en una simple mirada que da cuenta de la existencia de los “otros”.

Es increíble cómo hemos aprendido, cultural y socialmente, a temer a lo desconocido, incluso hemos creado dichos populares que afirman que es mejor “malo conocido que bueno por conocer”. Pero pocas veces reparamos que el miedo a lo desconocido es totalmente irracional, precisamente porque no tenemos razones para temerle a algo sobre lo que no sabemos de qué se trata. El filósofo griego Epicuro exponía muy bien esto cuando hablaba de lo irracional que era temerle a la muerte, puesto que cuando existimos, la muerte no está presente, y cuando ella está presente ya no existimos.

Aún bajo esta lógica, en contra de la migración se sigue construyendo una narrativa prejuiciosa que incita a temerle a la otredad. Esta narrativa se respalda de medios de comunicación, de grupos políticos y de sectores sociales específicos que bombardean el discurso público con noticias intensificadas. Al final, la misión es clara, exacerbemos un miedo profundo a los otros para que las políticas que les rechacen y castiguen puedan legitimarse ante la sociedad, quienes las aceptarán con furor abanderadas por ese rechazo y temor que esta narrativa pretende.

En una época de violencia desmedida en distintos países y delincuencia que no se ha podido combatir, emerge un discurso práctico y que culpa a la migración y a los propios migrantes de estos problemas que ya acontecían incluso antes de su llegada, es decir, frente a estas vicisitudes que viven los países, los migrantes se vuelven sospechosos por excelencia[3] ante esta narrativa de temerle a la otredad.

Recientemente ha circulado en medios nacionales e internacionales la noticia sobre el homicidio de una niña de doce años ocurrido en Texas, Estados Unidos y en el que aparentemente las indagatorias arrojan que pudo haber sido cometido por un par de personas venezolanas que ingresaron a dicho país de manera irregular. Evidentemente, esto habrá que seguir su curso procesal y judicial, no obstante, la noticia ha causado furor y ha servido para extremar las posibles consecuencias que trae consigo la migración, principalmente a cinco meses de las elecciones presidenciales en Estados Unidos.

Aceptando que sea cierto lo que arrojan estas primeras indagatorias en este caso, es importante tener mesura a la hora de arrojar conclusiones sobre un fenómeno tan complejo como es la migración, de lo contrario, se puede caer en la falacia de la generalización apresurada, es decir, cuando se infiere una conclusión general sin tener las pruebas o muestras suficientes o, como en este caso, se cuenta con un solo hecho, o pocos hechos de esta naturaleza.

Sin embargo, la gravedad de la nota, los prejuicios y la animadversión sobre las personas migrantes, hacen que se crea que este caso sea una razón suficiente para arribar a conclusiones que después pretenden figurar como motivos para edificar una determinada ley, acción ejecutiva o política pública que criminalice o condene a la migración.

Si con esa misma efervescencia se diera cuenta de las noticias que abordan historias de personas migrantes integradas laboralmente a la sociedad de acogida, de niñas, niños y adolescentes extranjeros sobresaliendo en el ámbito educativo o de matrimonios interculturales, es probable que el lente con el que se observa a la migración fuera uno diametralmente opuesto.

Empero, en épocas de nuevos nacionalismos, de discriminación racial que busca a todas luces legitimarse y de un deseo ferviente por encontrar culpables a los múltiples problemas en los países, responsabilizar a los migrantes, a la otredad, a los sospechosos por excelencia, resulta más práctico, sencillo y evita la necesaria autocrítica.


[1] Vargas, G. C. (2013). Temor a la otredad: Transferencia en los imaginarios acerca de la comunidad china en Costa Rica. Revista Ístmica, (16), 25-42.

[2] Bustamante, J. A. (1989). Frontera México-Estados Unidos: reflexiones para un marco teórico. Frontera norte, 1(1), 7-24.

[3] Martínez, C. (2013): “La violación de los derechos humanos de los migrantes irregulares. Un análisis a través del enfoque del estado de excepción de Giorgio Agamben”, Dignitas, 23, pp. 13-35.

1 comentario
  1. Adrian Ayala dice

    Es irónico que los mexicanos repudian a los estadounidenses por cómo nos rechazan cuando en México se hace lo mismo con los migrantes de Centroamérica… existe demasiada ignorancia, apatía e incoherencia, y así como en proporción opuesta muy poca empatía, conocimiento y solidaridad.

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