Año de 1816, Europa atravesaba un largo invierno ocasionado por la erupción del volcán Tambora. Los días se vivían en penumbras y la gente se reunía a contar historias de terror y misterio, acuciados por el frío y la falta de luz.
En este ambiente, una joven Mary Shelley de 19 años concibió la idea que posteriormente desarrollaría en la anacrónicamente conocida novela “Frankenstein o el moderno Prometeo”, piedra angular de la ciencia ficción moderna. Viuda, madre de cuatro hijos, de los cuales solo uno vivió hasta la edad adulta, y con tumor cerebral, murió a los 53 años, dejando un legado de varias obras literarias y una huella imborrable en la cultura popular.
Es innegable que en el registro histórico de los grandes artistas hay muchas menos mujeres que hombres, ya sea por los prejuicios sociales y culturales de cada época, por persecución religiosa o la falta de acceso a las artes. Pero, aun así, cada artista femenina que aparece en medio de cada movimiento artístico se hace notar con la furia de un volcán en erupción.
Así fueron las obras de Remedios Varo y Leonora Carrington, que, plagadas de misticismo y simbología alquimista y ocultista, se destacaron en el movimiento de la pintura surrealista del siglo XX. Tenían cierto toque y visión que un hombre no puede alcanzar a vislumbrar, ese “je ne sais quoi” que parte de lo establecido y le da vuelta, agregando estructuras y elementos que los hombres comprendemos, pero que no se nos hubieran ocurrido.
Lo mismo vemos y oímos en la música, que durante el siglo XX también vio ascender a grandes artistas femeninas, como Janis Joplin, Grace Slick (Jefferson Airplane), Stevie Nicks (Fleetwood Mac), Joni Mitchell o Patti Smith; referentes del movimiento psicodélico, folk y punk de los años 60 y 70.
Esta última, Patti Smith, estuvo presentando la obra “Correspondences” en la ciudad de Guadalajara a finales de febrero de este año. Obra realizada en colaboración con “Soundwalk Collective” y que a 50 años de carrera es prueba de que aún conserva el impulso creativo que originalmente la impulsó a abandonar su pueblo en busca de su camino artístico.
A través de las décadas han seguido apareciendo más mujeres que marcan un antes y un después en el arte, como Madonna, que ha sido excomulgada tres veces por el Vaticano, las Riot Grrrl de los 90 o Karen O de los Yeah Yeah Yeahs, a quienes tuve oportunidad de ver en vivo en el Corona Capital 2022, que inspiraron a una generación de artistas femeninas que irrumpieron en la escena nacional en la década pasada.
Artistas como Le Butcherettes, que al comienzo enarbolaban un discurso feminista brutal en sus presentaciones en vivo y le daban un nuevo aire al indie punk rock con canciones como “Dress Off”, que habla de la violencia sexual, o “Henry Don’t Got Love”, que trata de la incapacidad que tienen muchos hombres de relacionarse con el sexo opuesto o de aceptarlas como humanos al igual que ellos.
En fin, creo estar extendiéndome demasiado sin llegar a un punto claro. Lo que propongo es hacer una invitación a todas esas mujeres que tienen impulsos creativos a que no los nieguen, a que rompan el esquema de lo establecido y saquen eso que la sociedad les obliga a esconder por miedo al prejuicio o la persecución.
El arte necesita confrontación, agitación, disrupción, y hay cosas que el género masculino no puede aportar. He aquí la necesidad de que las musas bajen del Olimpo y se encarnen en artistas que, en lugar de inspirar a otros a crear, se vuelvan creadoras y por medio de su arte inspiren a otras musas a abandonar el letargo de la creatividad.