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Alina Sánchez y Rafael Toral: Dos rostros distintos del ambient

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Debates sobran respecto a qué es el ambient. Para algunas personas, cualquier pieza que sea instrumental cabe en esta clasificación; unos cuántos consideran que mientras haya un sintetizador tocando una nota pedal con reverb y delay por un tiempo indeterminado ya se le puede considerar como tal; otras dirán que si se usan grabaciones de campo para acompañar la instrumentación, o por sí solas, es suficiente para que entre en la categoría. 

Eliminando lo de la música instrumental, creo que hay un poco de verdad en cada una de esas posturas, pero, para consulta seria, Brian Eno es la referencia obligatoria, y para complementar, algún artículo académico hipster sin duda lo explicará mejor que un servidor. Lo cierto es que esta música ha cambiado bastante desde que Eno enunció que el ambient debía poder  ser “ignorado o disfrutado de igual manera”. 

Hoy nos ocuparemos de dos lanzamientos recientes que nos muestran lo variado que este género puede llegar a ser. Desde el espectro cibernético, tenemos los conjuros digitales de Corpus (independiente, 2024), emanados por la artista mexicana Alina Sánchez, mientras que del lado orgánico, el portugués Rafael Toral nos invita a presenciar su regreso a la guitarra con el cautivador Spectral Evolution (Moikai, 2024), una pieza de casi una hora que tiene el valor agregado de haber hecho que Jim O’Rourke despertara su sello discográfico de un letargo de dos casi décadas para abanderar esta producción. 

Corpus nace a raíz de una invitación que el curador y músico capitalino, Erick Diego (quien también se encargó del muy atinado arte de portada), le extiende a Alina para trabajar en conjunto con Lorena Barquet (harcorette) como parte del lineup para la inauguración de la serie de sesiones experimentales Infraleve en CDMX. Fue una colaboración a distancia, pero con un resultado sustancioso que ameritaba un lanzamiento en formato digital. 

Spectral Evolution es un ejercicio por parte de Toral, en el que el músico buscaba controlar la inestabilidad de su circuitería artesanal (osciladores, generadores de feedback) para aplicarla a un contexto armónico, lo cual no siempre es posible de lograr -y mucho menos replicar- con este tipo de aparatos, pues no están regidos por una escala o una afinación, sino por sus propiedades sonoras y tímbricas, pero Toral logra logra suplir lo que una orquesta habría hecho -tal vez con resultados muy estándar- dotando a esta pieza con bastante profundidad. 

A su manera, cada álbum se mueve a través de altibajos y distintos matices que son bastante sutiles, pero que a nivel inconsciente -o poniéndoles la debida atención- se pueden absorber: Spectral Evolution es corpóreo mientras que Corpus -irónicamente- es lo que hay detrás del velo; uno es los pies en la tierra y el otro es la cabeza en las nubes. En lo anímico, ambas obras juegan con la calma, la incertidumbre y cierta alusión a la melancolía, pero sin caer en obviedades; no estamos ante ambient unidimensional que sólo termina sonando a música de spa. 

Por ejemplo, las notas que Toral ejecuta desde sus aparatos hechizos para complementar sus apacibles rasgueos y notas pedales, buscan armonizar con sus contrapartes instrumentales, pero su timbre inestable no les permite caer del todo en el tono correcto -y si lo hacen, es sólo por un par de segundos. Muy acertado por parte de Rafael fue el hacer que estos sonidos no estén presentes durante toda la pieza, liberando la tensión y dejando que otras partes tomen protagonismo. 

Por su parte, Alina hace uso de texturas que resuenan con disonancias cargadas de mucho color, creando un efecto psicodélico en el que la armonía es un efecto psicoacústico solamente, ya que la atonalidad está presente la mayor parte del tiempo. Esos drones tan bien trabajados fluyen como una fuerte corriente de aire que igual refresca y trae paz, o es el augurio de una tormenta venidera. 

Los pasajes de voz en Corpus, recitados por Alina y Lorena, evaden la entrega típica de un slam de poesía, sintiéndose integradas a sus respectivas piezas debido a que también están procesadas para mimetizarse con su entorno. Por el contrario, en Spectral Evolution, todas esas notas y timbres extraños parecieran ser foráneos a su hábitat pero que de una manera muy bella complementan el panorama, como aves desorientadas emitiendo un lastimero y caótico canto para llamar a su parvada. 

Ambas obras merecen su análisis por separado, pues están cargadas de sutilezas dignas de una disección profunda y detallada, y qué decir de sus arcos conceptuales, pero, lo mejor que se puede hacer es escucharlas y dejar que corra la imaginación, aceptando tanto la calma como el desasosiego que estas pudieran causar. Toda emoción y sensación merece ser validada e integrada para balancear la psique. 

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