El Disco del Año (Reprise)
Nada me cuesta revisar el día exacto en que debuté en esta página, pero heme aquí, andando a tientas, tratando de que este texto coincida con aquel que me abrió camino en Nømadas, portal que ya considero como un cálido hogar para mis verborreas y mis delirantes observaciones del fenómeno musical. Sé que a veces éstas pueden ser muy cínicas, pero me gusta creer que, incluso en los episodios más ácidos, hay atisbos de objetividad, tratando de mantener una postura equilibrada y no sólo reaccionaria o superficialmente contreras.
En fin. El presente texto debe fungir como un callback a mi entrada debutante, en la que cuestionaba la validez de un título como el de el “Disco del Año”, mientras mencionaba algunos álbumes que probablemente no tuvieron tanto revuelo, pero de los que su importancia no estaba atada a su éxito o impacto comercial, aunque esta vez, me saltaré la crítica.
Empecemos por lo sublime: Olivia Block (The Mountains Pass, Black Truffle, 2024), Kali Malone (All Life Long, Ideologic Organ, 2024), e Irene Bianco (Kronblade, Permanent Draft, 2024) sorprendieron con delicadas exploraciones tímbricas que se valían de recursos electroacústicos -o completamente acústicos- para crear complejas piezas orquestales, cada una desde el idiosincrático filtro de su autora. Bianco, al ser percusionista, presenta ritmos tenues; Olivia y Malone siguen expandiendo el contenido de sus composiciones, presentando sus obras más variopintas y dinámicas hasta la fecha.
De la zona abisal, pero omitiendo a aquellos seres que nos pueden valer una cancelación si los mencionamos, Mayhemic, Regere Sinister y un brutal split entre Hellfire Deathcult y Maquahuitl -donde este último se desprende de sus épicos riffs y su sonido black metal para incurrir en el war metal– son sólo algunos que se vienen a la mente de manera inmediata. Del lado más aventurero de la oscuridad, no hay mejores exponentes que los paisanos de Bramasolar con su debut Transustancia (Subliminal Kid/Subvektor, 2024), así como el regreso de Pharmakon y White Suns, estos últimos sacando un álbum que, de tratarse de una competencia, dejan en claro que a Full of Hell aún le falta un largo camino para consolidar su fusión de industrial noise con el frenético grindcore por el que son más conocidos.
En el ámbito experimental, el Fractured (Heat Crimes, 2024) de Mariam Rezaei el cual es un excelente ejemplo de lo que se puede hacer con unas tornamesas más allá de amenizar fiestas en la playa; la dupla de padre e hijo Óscar y Martín Escalante lanzaron La prisa genera desperdicio (Sploosh Records, 2024), donde el saxofón mutante de Martín se funde con las esquirlas aurales emanadas de los artilugios construídos por el propio Óscar -o, como se hace llamar en el álbum, Funcionario Público-. Y en una especie de fusión de recursos no convencionales y tradicionales, el muy buen logrado disco homónimo del conjunto alemán Gordan considero que es una joya que merece más atención. Que el público lo juzgue por su cuenta.
En las reediciones, Pakistani Pomade (FMP, 2024) del Alexander von Schlippenbach Trio, así como el resurgimiento del legendario compilado de japanoise, Black Forest bajo el igual legendario sello Cold Spring, acompañan al Cold Drinks and Hot Dreams de Atrás del Cosmos -álbum del que ya hablamos en una columna anterior- en una especie de resurrección de placas que se creían perdidas, y que nos hacen ver que a veces, las tendencias superficiales suelen resultar en cosas positivas.
Como menciones honoríficas -sólo porque ya se les dedicó una columna en su momento- no se puede evitar reiterar la calidad que tuvieron álbumes como Glacial de los tijuanenses Abyssal, Spectral Evolution de Rafael Toral, Corpus de Alina Sánchez, y ese EP en manos de, la también local, Maura Rosa.
En general, y como lo mencioné en aquella primera columna el año pasado, esto es sólo un recuento muy, muy escueto de todo lo que he alcanzado a escuchar del 2024. Y antes de cerrar, debemos aclarar algo: hay que familiarizarnos con la idea de que apoyar el “underground” no es para hacernos los interesantes, sino para extenderle la mano a artistas independientes que necesitan más apoyo que una Charli XCX. Claro que su fama y hype no repercuten en la calidad de su trabajo, pero en lo personal, prefiero darle mi dinero a esa artista que podría ser mi vecina en vez de a alguien que es amiga de Madonna. Pero, si disfrutaste de tu Brat Summer, bien por ti. Para eso es la música.