El martes pasado fuimos a un albergue de Tijuana a entrevistar a un grupo de 18 migrantes (los de las foto), 11 mexicanos y siete guatemaltecos, que ese mismo día tomarían un vuelo a Matamoros para cruzar por allá a Estados Unidos para sus citas de asilo.
Las personas, en su mayoría mujeres y niños, se veían contentas y muy felices porque, después de más de cinco meses de estar esperando en la ciudad, por fin la habían obtenido mediante la aplicación CBP-One, pero para ello tenían que trasladarse a Matamoros.
Cuando uno trabaja este tipo de historias, es inevitable no involucrarse un poco con las personas ante las adversidades que han sobrepasado y hasta congraciarse con los logros que van obteniendo en sus caminos. De esta manera, al final de las entrevistas platicamos un poco off the record y hasta les deseamos suerte en su viaje.
Al día siguiente, el miércoles, una llamada me dejó helado cuando nos enteramos que todo el grupo de personas había sido secuestrado por criminales en cuanto llegaron al hotel, en Matamoros, en donde esperarían sus citas que estaban programadas para hoy 3 de diciembre. No lo podía creer, no me cabía tal situación, por ello lo manejamos todo con total discreción ante las posibles repercusiones que ello pudiera tener con las personas y pensando que, ante la gravedad del asunto, había que primero esperar a que las autoridades correspondientes tuvieran conocimiento de ello.
Hoy sabemos que de todo el grupo ya fueron liberadas tres mujeres y dos niños, pero también sabemos que de una familia completa se pagó la cuota que les exigieron los criminales pero no los liberaron, por lo que de ellos y del resto del grupo no se sabe nada aún.
Durante estos días, por la mente me han pasado los rostros de estas personas, las de los niños, las alegrías que nos compartieron, las palabras que nos expresaron y no termino todavía por asimilarlo.
¿Qué jodidos puede tener una persona en la cabeza para arruinarle y truncarle los sueños a unas personas que, de por sí, ya habían sido violentadas cuando tuvieron que salir desplazados de sus hogares? ¡Carajo!