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29 años de ‘Kids’, la película que estremeció a los padres de la Generación X

Fotograma de la película - Tomada de Internet
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Por Carmen López / elDiario.es

En julio de 1995, se estrenó una de esas películas que ningún adolescente querría ver junto a sus padres. En aquel momento se armó un revuelo considerable entre el público adulto cuando las pantallas de cine expusieron el experimento audiovisual titulado Kids dirigido por Larry Clark con guion de Harmony Korine. Por el contrario, para muchos jóvenes se convirtió en un filme de culto de forma automática. De hecho, 29 años después, aquellos que vivieron el momento aún siguen dándole vueltas.

Clark y Korine se conocieron cuando el segundo le dio un vídeo de los que grababa en el instituto con su cámara de 16 mm. Tenía 19 años y el realizador le llamó al día siguiente para proponerle hacer una película sobre adolescentes neoyorquinos. Solo tardó una semana en tener listo el guion, que escribió en el sótano de la casa de su abuela en Queens.

Era la primera película que iba a hacer cada uno. El director era en realidad un fotógrafo que, según su trabajo, parecía obsesionado con el lado oscuro de la adolescencia. Hasta entonces había publicado varios libros protagonizados por chavales: Tulsa (1971), en el que retrató el sexo, las drogas y la violencia de su ciudad natal, Oklahoma.

Fotograma de la película – Tomada de Internet

Con Teenage Lust (1984) volvió a centrarse en el mismo sector de la sociedad y consiguió la misma reacción que con Kids. El autor escribió en 1974 que “desde que me convertí en fotógrafo siempre quise retroceder en el tiempo… en 1972 y en 1973 los chicos pequeños del barrio me introdujeron en su escena de lujuria y me hicieron regresar”.

Por supuesto, mucha gente etiquetó como viejo verde a Clark y el Washington Post llegó a definir su película como: “pornografía infantil disfrazada de documental. Ambientada en una tierra nihilista de Nunca Jamás, esta película obscena sigue las aventuras de Telly (Leo Fitzpatrick), un niño de 16 años que se especializa en desflorar a las ‘jovencitas’. A excepción de los pedófilos, es difícil imaginar a quién se sentirá atraído por este irresponsable show de Little Bo Peep”.

Sin embargo, ni para los protagonistas ni para el guionista –ni para los fans, claro– aquello era para tanto. De hecho, exceptuando el tema del sexo, lo demás representaba bastante bien su realidad. En el Nueva York que el alcalde Rudy Giuliani aún no había terminado de limpiar con su Estrategia Policiaca Número Cinco (o tolerancia cero), los skaters se pasaban el día en la calle, fumaban marihuana, se colocaban con gas de la risa [óxido nitroso], bebían cerveza Olde english 800 y meaban en las paredes.

Fotograma de la película – Tomada de Internet

Ninguno de los actores era profesional. La mayoría eran skaters que paraban en Washington Square Park, a los que Korine conocía de patinar. Clark, siguiendo su ‘modus operandi’ habitual, quiso meterse en el hábitat de los muchachos y con 52 años aprendió a montar en monopatín. “Me rompí el hombro. Mis rodillas están todavía hechas polvo. Pagué el precio, pero realmente quería hacerlo. Finalmente me aceptaron, era como un joven de 50 años”, explicó en The New York Times.

Que los personajes pertenecieran a esa ‘subcultura’ no solo vino dado porque Korine fuese cercano a ella. Los patinadores se pasaban la vida en la calle y el único requisito para entrar en el grupo era saber patinar (aunque en aquella época todavía imperaba la homofobia y hubiese muy pocas patinadoras), lo que daba pie a que los personajes fuesen muy diferentes entre sí y las situaciones variadas.

Indudablemente también influyó la estética, tanto por el aspecto de los actores y actrices como por el lenguaje audiovisual. En muchas ocasiones el ‘efecto documental’ recuerda a los vídeos que los propios skaters se grababan en los 90, experimentales y bastante avanzados (de ahí salieron realizadores estrella como Spike Jonze).

El día en el que cabe una vida

El guión de Korine no pretende contar una historia trascendental, aunque en ciertos momentos lo sea. La película empieza con Casper (Justin Pierce) recogiendo a Telly (Leo Fitzpatrick) en la casa de una de sus muy jóvenes conquistas –presume de acabar con la virginidad de las chicas– para ir al piso de otros colegas a fumar, aspirar gas y hablar de sexo.

Por otro lado está el grupo de las chicas, que en un prototipo de habitación de adolescente estadounidense, hablan de chicos y experiencias sexuales. Jennie (Chloë Sevigny) acaba de perder su virginidad con Telly y está dolida porque la ignora. Con ella están su amiga Ruby (Rosario Dawson) y otras jóvenes que parlotean sobre sexo. Las escenas van alternándose y dejando claro que ellos no tienen ni idea de lo que les gusta a ellas.

El día transcurre para todos con normalidad salpicada con episodios impactantes (la escena de la paliza a tablazos es una de las más recordadas) mientras que Jenny descubre que tiene VIH cuando acompaña a Ruby a hacerse la prueba. A partir de ahí se pasa el día intentando encontrar a Telly hasta que acaba en una fiesta donde Casper la viola mientras está inconsciente. “Tranquila, Jenny. Soy yo, Casper”, puede que sea la frase más recordada de toda la película.

El filme obtuvo la calificación de NC-17 (no recomendada para menores de 17 años) por lo que Harvey Weinstein, que la había comprado con entusiasmo por 3,5 millones de dólares, no podía distribuirla a través de Miramax, propiedad de Disney Co. Finalmente, el productor creó una compañía nueva, Shining Excalibur Films, para poder distribuirla sin clasificación. La película recaudó unos 7 millones en taquilla durante ese verano.


*Nota original AQUÍ.

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